El desfile

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Ahí viene el amor,

con su algarabía habitual

y regalos para todos

en esa carroza preciosa,

ofreciendo viajes a nirvana;

unos escalan tranquilos,

otro par aliviados,

también estan las víctimas del júbilo,

esos que le han esperado fieles

antes de siquiera considerar vivir.

De último llegan los desesperados,

a tropezones,

con casi nada de aire y la angustia

que se fuera sin ellos

y más nunca volviera a pasar.

Al final suben todos,

aunque demasiado apretujados;

cayéndose incluso antes de que arranque,

unos soltándose a medio camino

y otro par aferrándose de tal manera

que terminan desmembrados en el suelo.

Pobrecillos.

Porque no importa cómo,

pero la carroza siempre queda vacía.

Y vuelve para llenar carga.

Dejándoles solo la caída

con sus respectivas cicatrices, si es que sobreviven.

Lo más gracioso es que cuando pasa de nuevo,

hay otra fila enorme de ciegos

a voluntad

impacientados por sentir lo que sea

que se siente subirse a ese espectáculo.

No sé cuándo vayan a notar la trampa.

Quizá nunca descubran el atajo.

Qué más da.

Me entretiene verlos mientras

me relato su destino

y sonrío como bruja.

Mala, muy mala, pero te quieroWhere stories live. Discover now