S e i s

29 4 2
                                    

"Abby, no entiendo bien tu e-mail pero me limito a contestarte porque no tengo forma de contactar contigo. He revisado el archivo. Claro que es la historia que me enviaste desde un principio. ¿Qué está pasando? Llámame pronto, por favor, me tienes preocupado".

Habré releído el mensaje cientos de veces en los últimos  días. Seis días. El tiempo exacto que llevo encerrada en casa, sumida en mi propia paranoia.

Debo estar volviéndome loca, no tengo más opciones.

¿Cómo puede ser que no recuerde algo que yo misma he escrito? ¿Y qué coincida tanto con la realidad? No tiene sentido. No parece haber ningún rastro de cordura en todo lo que está pasando. Ni en mí.

Llevo intentando evitar el tema desde entonces. Apagué el teléfono móvil sin responder al mensaje, no he vuelto a encender el portátil, no he vuelto a salir. Me aterra seguir leyendo. He pensado seriamente en olvidarme de esto y regresar a Londres pero hay algo, una intuición que me impide hacerlo. ¿Cómo volver y hacer como si nada?

Tenía que haber seguido con las historias románticas.

No me daban problemas, más allá de algún quebradero de cabeza puntual. Pero no, yo quise retarme y escribir una historia de misterio. Una historia que solo estaba en mi cabeza. O eso creía.

La hervidora de agua pita y yo pego un respingo. Tengo que cambiarla, es demasiado antigua. Vierto el agua en la taza, ya con la bolsita de té y espero pacientemente, contemplando el vapor, que hoy me parece hipnotizador.

¿Cuándo tiempo puede uno esconderse de algo que le aterra? Hoy, desearía que fuera toda la vida, aunque no lo veo posible ni a medio plazo. Apenas me queda algo de comida en la nevera y, por más que lo intento, estar encerrada me está desquiciando aún más. Si fuera un poco más valiente, saldría de esta casa, iría a ese bosque e interrogaría a cada maldito pueblerino hasta sacar alguna conclusión, empezando por mis maravillosos vecinos de enfrente.

Mary se llegó hace un par de días, al parecer estaba preocupada porque no me había visto en los últimos días. Miro el sobre con su nombre que tengo en la encima: el dinero del alquiler. Debería dárselo, no me gustaría que pensara que tiene a una morosa viviendo en su casa. Suspiro y doy un sorbo al té, que sigue caliente pero ya se puede beber. Aprieto los labios y miro por la ventana, a la casa de enfrente. Tal vez, podía pasárselo por debajo de la puerta, ni siquiera tengo por qué llamar.

O tal vez, podrías hacerle frente a esto de una vez.

No, paso a paso. Primero, atreverme a salir de entre estas paredes, después... Después, ya veremos como manejo esto. Dejo el té a la mitad y me cambio de ropa, deshaciéndome por primera vez en días de mi uniforme oficial: la ropa que uso de pijama, la más vieja y poco glamurosa que puedas imaginar.

Lo sustituyo por unos leggins negros y una camiseta del mismo color que oculto con una sudadera, junto con unas deportivas. La opción más sencilla para mí es ir a correr para desoxidarme un poco. Nada más estirarme, noto las consecuencias de haber vivido como una ameba durante casi una semana, me cruje toda la espalda en un desagradable sonido y siento mis músculos como si hubiera estado metida en un cajón. Doy un último sorbo al té y tiro el resto por el fregadero. Si lo pienso un poco más, acabaré por no salir. Echo un rápido vistazo al sobre con el nombre de Mary, como si inconscientemente, lo estuviera evitando. Finalmente, lo cojo de mala gana emitiendo un suspiro hastiado y, sin darle más vueltas, cierro la puerta detrás de mí dando un pequeño portazo.

La brisa fría me da en la cara, enrojeciéndome las mejillas y va a empezar a anochecer en unos minutos. Visualizo la puerta de la casa de enfrente y las ventanas; aparentemente, parece vacía. Froto mis manos entre sí y aligero el paso hasta cruzar la calle y llegar hasta la puerta. Desvío la vista al tener la mala sensación de que alguien me está observando pero, cuando miro las ventanas, no veo na nadie. Sacudo la cabeza y termino de acortar la distancia entre la puerta y yo. Basta de estupideces. Cuidadosamente, meto el sobre por debajo de la puerta y salgo pitando de allí como si alguien me estuviera persiguiendo. Por más que intente evitarlo, no puedo dejar de ser una cobarde.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 02, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

El Secreto de GreenwoodWhere stories live. Discover now