XIII

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―¿Ya sabes qué hacer ahora?

―No

―Entonces vamos a caminar, te sentará bien, no has recorrido este maravilloso lugar que has creado, ¿verdad?

Bruno contempló cuanto lo rodeaba, después de pasar mucho tiempo en el mismo sitio empezaba a asimilar las cosas, o al menos a dar un significado a lo que le pasaba.

Había caminado por horas en el lugar donde estaba, pero no encontraba más que una ciudad vacía. Además, la distribución de la ciudad era extraña, en ocasiones al llegar al final de una calle se encontraba con una iglesia, y al regresar por la misma, terminaba en una casa destruida. Por si fuera poco, al volver por la misma calle, al final veía un estanque. Esto lo comprobó varias veces, no importaba a donde se dirigiera, siempre cambiaba todo de lugar, aun así, no le sorprendía. Lo que de verdad le sorprendió fue que no hubiera día y noche. Sabiendo todo esto, Bruno seguía recorriendo la ciudad, como si así fuera a encontrar algo nuevo. Es verdad que en ocasiones veía a una que otra persona, pero nunca podía llegar hasta ellos. ¿Por qué hacer entonces esas caminatas? Bruno no tenía idea de por qué las hacía, pero ya formaba parte de su rutina, y ni siquiera se preguntaba por qué era así. Ni siquiera se preguntaba por qué había una persona idéntica a él que aparecía de repente y le hablaba. Ese sin sentido de su nueva vida le traía sin cuidado, en cierto modo lo sentía familiar.





Al llegar a su casa, Alicia fue rápido con su mamá para ver si podía ayudarle a identificar al paciente del hospital, pero su madre la apartó argumentando estaba ocupada con asuntos importantes. Alicia decidió esperar y se quedó sentada en el sillón frente a su madre. Esta no pudo dejar de notar la presencia de Alicia y la echó.

―Al fin se largó ―murmuró Patricia.

La relación madre-hija que tenían se había deteriorado hace tiempo, cuando Alicia comentó que le gustaría ver a su padre de nuevo, que aun sentía un cariño especial hacía él, que, aunque hacía años no la visitaba, creía él nunca se había olvidado de ellas y que velaba por sus bien. Eso molestó a Patricia, quien por todos los medios intentó borrar del recuerdo de sus hijas a Bruno. Aunque Alicia daba señales de querer aun a su padre, se sentía aliviada de que Claudia no tuviera esas muestras de afecto, por tal motivo la consentía más a ella.

Alicia no cejó en su intento por que su madre la ayudara a dar con la identidad del sujeto, así que esperó el momento en que ella estuviera disponible. En la noche, momentos antes de ir a trabajar, se le presentó la oportunidad.

―Mamá, podrías ayudarme, ¿por favor?

―Dime rápido qué quieres que tengo que ir a dormir.

Alicia sacó su teléfono y le enseñó la fotografía del paciente.

―Quiero saber si podrías ayudarme para intentar saber quién es esa persona. Llegó al hospital delicado y sin información alguna, ahora parece estar en un estado de coma, y al no tener ninguna información puede que pronto lo saquen del hospital. Eso se me hace muy cruel y quisiera poder ayudarlo, contactar con su familia para que puedan cuidar de él.

Patricia observó la imagen con atención, examinando cada detalle.

―¿Sí puedes ayudarme mamá? Sé que si le dices a tus amigos que te ayuden podría ser más rápido dar con su familia.

―Veré que puedo hacer, pero no creo pueda hacer algo por ese pobre diablo. Tienes que aprender que no puedes ir por ahí ayudando a cuanta gente veas.

―Gracias mamá ―dijo Alicia dándole un abrazo―, sabía que podía contar contigo.

―No olvides lo que te acabo de decir, si sigues así no podrás hacer mucho con tu vida, menos podrás tener una casa como esta.

―Lo tendré en cuenta mamá ―dijo dedicándole una sonrisa―, te veo mañana, descansa.

«Esa chiquilla ingenua, hasta cree que voy a molestar a mis amistades con algo insignificante ―pensó Patricia viendo cómo se marchaba su hija―, aunque el parecido con Bruno es demasiado, ¿será posible sea él? No, quizá solo imagino».

NihilismoWhere stories live. Discover now