Presionó el botón del intercomunicador y en menos de cinco segundos ya tengo respuesta de Liz mi secretaria.

—¿Dime Bastian en que puedo ayudarte? —Liz se ha convertido en una trabajadora fiel que incluso puedo llamar amiga.

Ella es de las pocas personas que a pesar de trabajar para mí, también se preocupa por más que los simples balances y de cuánto cobrará a fin de mes; en pocas palabras se preocupa por mí. Es raro esa sensación de saber que hay personas ahí afuera en el mundo que te quieren y desean lo mejor para ti.

A Liz la conocí en la universidad, lamentablemente ella no logró graduarse, pero aún así demuestra cada día que su trabajo es valioso, por ello es mi mano derecha. Nos reencontramos un tiempo después de la muerte de Alexandra, ella la conoció en nuestros tiempos de universidad por ello se preocupa constantemente de mi estado de ánimo, sabe lo que sufrí y que aún no está superado del todo.

—Liz el dolor de cabeza me está matando, me podrías traer un café bien cargado eso me ayudará. —En mi voz se nota que no solo el dolor me aqueja, sino el cansancio.

Estos días han sido de trabajo duro, el gobierno está fabricando un nuevo artefacto que se puede describir mejor como una especie de teléfono y nos han contratado para hacer la campaña publicitaria para que otros países se animen a comprarlo; no es el tipo de producto al que estamos acostumbrados y sinceramente ha dado más de un dolor de cabeza.

—En 5 minutos el café estará en tu escritorio, toma un break —me responde y me ordena al mismo tiempo, y sin dejarme dar una respuesta cuelga el teléfono.

Las mujeres de mi vida solo les gusta mandarme y preocuparse por mí, pero decido hacerle caso a Liz debo descansar aunque sea quince minutos, llevo todo el día tratando de idear una estrategia para  poder presentar el producto, pero la verdad no se me ocurre nada.

Sinceramente no es un producto que me guste, al fin y al cabo será usado para la guerra, no se que tan bueno sea que caiga en manos de cualquiera.

Tomó la propuesta de mi escritorio rindiendome, solo duró dos minutos mi descanso la presentación es en dos días y aún no tenemos nada. Releo una vez más la justificación de la propuesta, veo el micro comercial realizado y definitivamente no me convence, para el público que queremos llegar no sirve para nada.

Le encargue este trabajo —que por obvias razones debe ser secreto— a nuestro supuesto mejor empleado, y sinceramente lo que leo es una porquería, parece que no entendió a qué mercado va dirigido, ni nada del concepto básico. El chico lleva ya un tiempo metiendo la pata, y no solo en este proyecto.

Suspiro y masajeo mis sienes, el dolor de cabeza incrementó un poco más; dos días, esa es la cantidad de tiempo que tengo para resolver esta porquería.

Estiro mi mano y presiono el botón del intercomunicador por segunda vez en menos de cinco minutos.

—Liz por favor informale a Esteban que lo quiero en mi oficina en menos de cinco minutos —digo justo en el momento que la pelirroja que está ayudando a Liz entra a mi oficina, sin tocar, con una bandeja en las manos dónde lleva el café que pedí.

La verdad no recuerdo bien su nombre ¿Sami? ¿Samara? Algo así, lo que sí estoy claro en este momento es que estoy de mal humor, así que el hecho de que no tocó la puerta me cae como una parada en el hígado.

—Enseguida me comunico con él. —Es la respuesta de mi secretaria antes de finalizar nuevamente la comunicación, Liz es de esas pocas personas que trabajan para mí y es eficiente y casi nunca comete un error.

—Señor Alarcón acá está su café —habla recién la chica pelirroja mientras lo acomoda ante mí, con manos algo temblorosas, algo normal en los nuevos trabajadores.

RenacerWhere stories live. Discover now