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| ❂ | Capítulo 11.

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El rey Oberón no hizo anuncio alguno sobre la última prueba, dejándonos a todos los campeones y nuestro público con una extraña sensación. Recordaba la poca información que Keiran me había brindado, manteniéndola presente cada día que pasaba; le había pedido a Marmaduc que intensificáramos nuestros entrenamientos, con la esperanza de poder eliminar la inquietud de encontrarme de nuevo a ciegas frente a una prueba.

El resto del tiempo solía dividirlo en salir con Atticus, para retomar nuestra dañada relación y poder sanarla al fin, o para pasar tiempo con mi hermano, a quien le encantaba oír los avances y la puesta fuera del peligro de nuestra alianza.

Alguna que otra vez recibía una nota de mi madre para que acudiera a sus aposentos para pasar tiempo con ella, y siempre aceptaba a regañadientes. La herida de mi corazón que tanto me había costado cerrar se había abierto al tener que enfrentarme a los miedos referidos a mi madre; no me encontraba cómoda en su presencia y la reina Mab era consciente de ello.

Aquella misma mañana, después de un intenso entrenamiento con Marmaduc y una visita a mi dormitorio para adecentarme, me planté frente a la puerta de la habitación que ocupaba mi madre en el palacio; había aceptado desayunar con ella por mero compromiso, consciente de que la reina Mab querría preguntarme personalmente sobre cómo se encontraba mi relación con Atticus. Sabía que Sinéad no había hablado con ella para comentarle lo cerca que habíamos estado de perderlo todo, pero mi madre era una persona intuitiva... además de tener bajo su mando a buenos oídos que le hacían llegar jugosas informaciones sobre todo lo que sucedía allí.

Una doncella me condujo de nuevo hasta la terraza, que parecía ser la parte favorita de la reina de sus lujosas estancias. Me incliné en una profunda reverencia mientras aguantaba el escrutinio de mi madre.

—Maeve, querida, toma asiento.

Erguí mi espalda y obedecí en silencio.

La reina Mab tenía preparada nuestra mesa con todo lo necesario para no sufrir ningún tipo de interrupción innecesaria. Me fijé entonces en el tercer servicio que se encontraba frente a mí, lo que indicaba que Sinéad se reuniría con nosotras para ese agradable desayuno familiar; reviví en mi cabeza cómo fue la última vez que habíamos estado en esa misma situación, cuando yo no tenía idea de mi papel dentro de los enrevesados planes de la reina.

El resplandor de una ornamentada botellita de cristal con la que estaba jugando mi madre llamó mi atención.

La llegada de mi hermano sirvió para alejar mi mirada de la botellita y permitir que el tenso ambiente que se había instalado entre mi madre y yo se viera ligeramente relajado con la presencia de Sinéad; nos besó a la reina y a mí en la mejilla antes de ocupar su sitio en la mesa. Dando por iniciada aquella nueva reunión familiar.

—¿Andros ha conseguido descubrir algo más? —inquirió la reina mientras mi hermano empezaba a servir con la jarra de cristal.

Mi hermano se removió con incomodidad, procurando no derramar el líquido fuera de nuestros vasos. Mi atención se encontraba dividida entre la conversación y los armoniosos sonidos que nos rodeaban; cuando me tocaba asistir sola a las invitaciones con la reina, lo único que me ayudaba a no salir huyendo de allí eran los sonidos. El aire. Las vistas.

—El secretismo del rey Oberón sobre la última prueba es encomiable —empezó a hablar Sinéad—. Ni siquiera su círculo más íntimo tiene idea de lo que tiene preparado para el final del Torneo.

De nuevo recordé la pizca de información que me había brindado Keiran. Dudaba si debía hablar o no...

—Será dentro de poco menos de un mes —le interrumpí.

THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora