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| ❂ | Capítulo 1.

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A pesar de las vueltas que le había dado al acertijo de la reina Mab, era incapaz de saber en qué consistiría la prueba. Lo único evidente que había podido sacar de aquel trozo de papel había sido cuándo tendría lugar; el resto del acertijo, por muchas vueltas que le hubiera dado, solamente me había proporcionado un bonito dolor de cabeza.

Estaba tan desesperada por conseguir subsanar el desastre de la segunda prueba que le había enviado multitud de notas a mi hermano, implorándole que me ayudara; sin embargo, y quizá por órdenes de la propia reina, no obtuve respuesta de ninguna de ellas.

Había pasado la mitad del tiempo que teníamos para poder prepararnos y yo no tenía nada. Busqué a Marmaduc para pedirle disculpas por mi irresponsabilidad de no haber acudido a nuestros entrenamientos y le pedí que las reanudáramos, creyendo que así podría compensar el tiempo que había perdido; Atticus decidió hacerme una pequeña visita al día siguiente de la prueba y yo me había obligado a recibirlo.

Todavía seguía culpándole por haber sido uno de los motivos que habían propiciado que no estuviera en pésimas condiciones para la segunda prueba, pero había decidido darle una oportunidad. Todo el mundo merecía resarcirse y Atticus parecía tan abatido que logró hacer que me sintiera incómoda; sin embargo, era como si hubiéramos retrocedido a la casilla de salida, a los primeros días en la Corte de Invierno... cuando éramos dos simples desconocidos.

Necesitaba tiempo para ir recuperando la confianza que antes nos había unido. Además, había algo que parecía haberse apagado en mi interior al escuchar la confesión de Atticus sobre su pequeña... deslealtad.

Aquella mañana, antes de mi rutinaria hora con Marmaduc, me había reunido con Atticus en la biblioteca. Ocupábamos su mesa favorita, aunque yo había puesto un par de sillas de distancia; llevaba conmigo a todos lados el pergamino con las instrucciones de la tercera prueba y ahora lo sostenía frente a mí con una expresión compungida. Atticus estaba sumergido en otro de sus libros favoritos.

Los rayos de sol incidían directamente contra mi rostro, incomodándome y haciendo que me removiera sobre mi asiento, haciendo crujir el papel.

—¿Sigues atascada en el acertijo? —preguntó Atticus con timidez.

Todo el valor que había mostrado antes se había desvanecido, regresando a ser el mismo chico tímido y reservado que había sido enviado por su padre a la Corte de Invierno para que nos escoltara hasta allí.

.

Dos días.

Solamente quedaban dos días hasta la tercera prueba y no entendía en qué consistiría, no tenía una ligera impresión... nada. La reina Mab parecía estar disfrutando del silencio, castigándonos a todos con esa decisión.

—Sí —dije con la boca pequeña.

Las mejillas de Atticus se colorearon mientras cerraba el libro y lo dejaba sobre la mesa.

—¿Quieres que le echemos un vistazo juntos? —inquirió.

—No necesito tu ayuda —le espeté de malos modos.

Atticus se encogió visiblemente ante mi reproche. Me estaba resultando difícil mantener a raya mi mal humor con Atticus y siempre que pasábamos el tiempo juntos soltaba algún exabrupto o comentario hiriente; sin embargo, mi prometido se limitaba a observarme con su rostro lívido.

Aquella ocasión no fue diferente de los dos días atrás.

Apreté los labios, pero no le ofrecí ninguna disculpa.

Un tenso silencio se extendió entre ambos mientras el canto de los pájaros en el jardín servía para intentar llenarlo.

—Lo siento —en cambio, Atticus siempre se disculpaba a pesar de que no era suya la culpa—. Yo... yo intentaba... No pretendía molestarte, Maeve.

THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |Where stories live. Discover now