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| ❂ | Capítulo 6.

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Al principio no me resistí. En cierto modo, que Puck decidiera acabar con mi vida lo consideraba casi como un acto de piedad; era incapaz de sostenerle la mirada a mi padre, porque sus ojos azules reflejaban una honda huella de tristeza y decepción. Mi venganza, el hecho de hacer pagar a los culpables de la muerte de mi padre, se había desdibujado durante todo el tiempo que había pasado en la Corte de Verano.

Mi padre estaba en lo cierto: estaba olvidándole. Había olvidado mi propósito personal para poder alcanzar algo que llevaba anhelando desde que era niña: ser libre. La herida por la muerte de mi padre había creado unas cadenas invisibles que se habían añadido a las que mi madre me había puesto, atándome a la Corte de Invierno.

Cerré los ojos mientras sentía los dedos de Puck apretando mi cuello, cumpliendo uno de mis deseos: libertad.

De manera inconsciente, algo dentro de mí se agitó ante la idea de morir a manos de aquel hombre. Puck no había dudado ni un segundo en intentar eliminarme del camino desde el mismo instante en que había puesto un pie en la Corte de Verano; siguiendo los deseos de la reina Titania, había intentado proteger al primogénito de mí. Como si intuyera el peligro que representaba para Keiran.

El dolor de mi pecho aumentó de nivel, cuando recordé la noche en la Corte de Invierno... cuando mi padre murió. Alguien lo señaló como objetivo y lo sacó de su camino hacia el poder; me ahogué con mi propia respiración, casi entendiendo cómo debió sentirse el rey de Invierno en sus últimos momentos.

—El veneno pasó directamente a su sangre —susurró la voz de Puck junto a mi oído—. Luego llegó a su corazón, deteniéndolo en seco... pero alargando su agonía unos instantes más; los justos para que vierais cómo moría. Para que la poderosa reina Mab viera que no es invencible.

Chillé de dolor mientras el veneno pasaba directamente a mi propia sangre a través de las yemas de los dedos de Puck. Sentí fuego corriendo por las venas, siguiendo el recorrido de la sustancia; los latidos de mi corazón aumentaron su ritmo ante la presencia del veneno que asesinó a mi padre.

Mis gritos se convirtieron en alaridos al mismo tiempo que la magia estallaba en mi interior, rodeándome a modo de muros de defensa. Escuché el crujido del hielo a mi alrededor y miré a mi alrededor, contemplando la cúpula de hielo con espinas afiladas; jadeé de horror al comprobar los hilos de color dorado recorriendo su interior en un intrínseco diseño que reforzaba la estructura principal.

Las figuras habían desaparecido.

Las voces se habían callado.

Allí dentro me encontraba a salvo de la Niebla.

Me hice un ovillo y hundí el rostro contra mis muslos, esperando que todo aquello terminara. El poder de la Niebla intentaba encontrar algún resquicio en mi muro de contención; podía sentir sus afiladas garras nebulosas resbalando por la superficie de hielo.

Todo a mi alrededor tembló cuando la primera oleada de fuego chocó contra mi cúpula. Mi respiración se agitó cuando despegué la cara de su escondite, clavándola en el frente; a través de la Niebla pude intuir figuras corpóreas que nada tenían que ver con las que me habían asolado.

La Niebla estaba utilizando sus peores armas para intentar hacerme caer.

Se me escapó un quejido cuando vi la segunda ola de fuego chocando de nuevo contra la protección de hielo que había creado a mi alrededor. Mis piernas temblaron cuando me puse en pie, consciente de que estaba siendo rodeada.

—¡Maeve!

El grito me produjo un escalofrío. Repleta de energía gracias a la piedra que me había dado Anaheim, mis manos volvieron a cobrar vida ante mi silenciosa orden; flexioné las rodillas cuando la cúpula que me rodeaba tembló ante el envite ígneo desde dos direcciones distintas.

THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |Where stories live. Discover now