El hielo más tibio del mundo

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-Deberías dejar de beber, Jinx-.

-¿Por qué? ¿Te aterra verme ebria, querido Kai?-.

-Ohh, yo sé que no es por eso Jinx, ¿verdad "querido" Kai?- preguntó Gaiiso con tono burlesco mientras repasaba(1) unos vasos.

-Simplemente no quiero arrastrarte a casa por enésima vez-.

-No tendrás que hacerlo, puedo caminar sola hasta mi cama-.

-Tendré que llevarte de todas formas y Riven me dirá a mí todo lo que no te dice a ti-.

-Si tanto te complica, no entiendo por qué te quedas conmigo hasta que llego a casa-.

-Sabes que es para protegerte-.

-Mírame- dije señalando mi vestuario- tengo más peso en armas que en cuerpo, nadie se atreverá siquiera a mirarme-.

-Aún así no pienso dejarte sola-.

-Nadie te ha pedido que te quedes a mi lado-.

-¿Cuántas copas llevas?- interrumpió-.

-¿Siete?- pregunté confundida a Gaiiso.ían 

-Once- rió mientras preparaba una copa azul con talento.

-No recordarás esta noche tampoco...- susurró Kai.

-Hay que beber para olvidar las penas del corazón-.

-Y luego soy yo el que te hace daño cuando dice que te ama-.

-No bebo sólo por él- susurré- de ti también estoy enamorada-.

-¿Y qué te impide amarme al cien por ciento?-.

-Que él también está enamorado de mí, aunque no lo admita y aunque se haya ido. Porque sé que quiere venir a buscarme, que me ama, que quiere volver, pero es demasiado terco para admitirlo. Aunque no es su culpa... yo me encargué de hacerlo creer que estaba enamorada de ti...- bebí lo último que restaba en mi copa-.

-Pero tu también me amas...-.

-Pero no podré dejar de amarlo mientras no me quite de la cabeza la idea de que vendrá por mí algún día-.

-Cuando eso ocurra estaré esperando por ti, Jinx-.

-Lo sé Kai...-.

Por un momento dejó que la música de Ukari llenara su silencio, los bajos y las voces se movían entre las luces neón y luego de ver el fondo de la copa por última vez perdí la conciencia.

"Corre, huye, no pueden encontrarte... Si lo hacen morirás, y si mueres Misa no podrá salvarse", se dijo Kai a sí mismo mientras caminaba entre árboles y zarzas. 

El humo de la madera había ennegrecido el cielo y sofocado al bosque Jónico. Kai cargaba, cubierto de sangre a una chica tan hermosa como una flor cortada, su belleza era inigualable... No hay nada más hermoso que la agonía de una flor marchitándose, perdiendo de a poco el color de sus pétalos... Y eso era Misa, una flor recién apuñalada por un hombre capaz de asesinar para mantener la aristocracia intacta. 

"Al menos está muerto", pensó mientras las gotas de sudor le caían por el rostro y se mezclaban con sus lágrimas y la sangre de su amada.

-No te mueras...- sollozó intentando regular su respiración- No te mueras...

-No... puedo... prometer eso...querido- quejió.

-No mi amor... no hables- forzó la vista para mirar entre lágrimas.

-Quiero... que me entierres en el valle viejo...-.

Kai guardó silencio y lloró sin consuelo todo el trayecto. Tropezó varias veces con raíces y ramas, pero todas se las arregló para que su amada cayera sobre él y no se lastimara de más. Algo le impedía dejar de llorar... Sentía como la vida se escapaba del cuerpo de su amada y al mismo tiempo, la manera cómo su corazón dejaba de latir. 

La bala perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora