VI. NO TE ALEJES.

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Su madre no llegó a casa esa noche, pero no lo sorprendió del todo.

No tuvo de otra que llevarse una pizza congelada a la boca. Sabía a pasto y tómate rancio. La terminó vomitando, abrazado a su retrete y esperando a que sus órganos dejaran de contraerse.

    No pasó durante horas. Infinitas horas en las que no dejó de preguntarse la razón del por qué hacía las cosas que hacía, como ir a la escuela, intentar encontrar qué comer en el refrigerador más vacío del país, o simplemente... vivir.

Sin embargo, una parte de él decía que si tuviera la respuesta, ¿qué sentido tendría vivirla? Aun si no tuviera qué comer, o si desconocía el paradero de su madre, tenía a Hoseok. Y sí, él podría tener un nuevo amorío que no lo incluía para nada en sus planes... pero lo tenía.
No sería capaz de abandonarlo... no sería capaz de irse de su vida, tal como lo habían hecho todos a los que Yoongi apreció alguna vez.

Seguirían siendo amigos porque su amistad no terminaría por una cosa tan tonta como un noviazgo.

El vómito cesó, y cuando se percató, debía irse a duchar, si no quería apestar a jugos gástricos. Y aunque aquél baño seguía aterrándolo, tanto como la idea de estar solo en esa casa, una voluntad completamente extraña en él lo convenció de tomar el suficiente coraje para darse un baño.

2

Llegó tarde a su clase de inglés, y para su desgracia, el profesor no lo dejó sentarse hasta pronunciar «excuse me» correctamente.

—Sin la K, Min. Excuse me.

Yoongi simplemente se le quedó viendo. El menor de sus problemas era la manera en que pronunciaba palabras en inglés. ¿Qué importaba si era malo? De todos modos, nunca iría a América.

El profesor, rendido, le dijo que se sentara.

Junto a su lugar, lo esperaba el nuevo. Le dirigió una mirada y luego la apartó, rápidamente.

Sin embargo, las horas no pasaron de la misma manera. Después de Inglés, tuvieron Algébra. A Yoongi no le molestaba tanto esa asignatura, al menos no tanto como las dos horas de Historia que vinieron después. Para ese punto, su estómago se le retorcía y la vena de su frente pulsaba sin césar.

Fue cuando sonó la campana y el aula se vació que vio a su profesor de Literatura asomarse por el umbral de la puerta.

Le preguntó si había visto al Sr. Kim, de Inglés.

—Se fue hace horas—alcanzó a decir. Quería correr a los baños a vomitar, pero se tragó las ganas y con ellas, un poco de jugos gástricos.

Cualquiera podría decir que transmitía asquerosidad, excepto el chico que atravesó la puerta, minutos después.

Tenía una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa en la mano; claramente traía comida, acompañada de buenas noticias... de las que Yoongi no estaba en muy buena posición de oír.

—¡Min Yoongo!—exclamó.

Le ofreció la bolsa y tomó asiento en el pupitre vació posterior al suyo.

Alzó las cejas, repetidamente. Era claro que quería que Yoongi mostrara interés en lo que tenía que contarle.

Pero vaya que le dolían las entrañas. ¡Que alguien lo matara de una vez!

—Anda, come—le dijo—. Mientras te voy contando.

Él suspiró y con esfuerzo abrió el empaque de comida chatarra.

Hoseok continuó sonriendo de una manera que hace meses no lo veía hacerlo.

Yoongi se alegró por él, de corazón. Incluso llegó a olvidar sus ganas de vomitar por unos segundos.

LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora