-11-

8K 199 11
                                    

ANDREA P.O.V

Primera pregunta, a ver... ¿eh? Bueno, mejor me la dejo. Segunda pregunta: "con el resultado de la pregunta nº1..."

"¡Mierda!" Pensé para mis adentros, aunque me decidí a seguir fuerte y acabar ese examen sacando lo máximo de mí misma. A los pocos minutos tenía casi todo el examen repleto de operaciones matemáticas y rallajos hechos de bolígrafo. Con un poco de suerte, el profesor entendería algo.

Ignacio, el profesor, miraba distraído un periódico antiguo con las hojas medio rotas y con señales de que habían estado mojadas. Las fotos estaban borrosas y él se tenía que acercar mucho para leer cualquier cosa.

Al acabar de hacer mi prueba, me levanté y la coloqué cuidadosamente en el montoncito lleno de exámenes que había en una esquina del gran escritorio del profesor. En mi paseo de vuelta a mi pupitre, pude observar a Marcos, que jugueteaba con su bolígrafo y hacía tiempo que había entregado su examen.

Me senté y comencé a guardar el estuche, la calculadora y los demás útiles que había usado para hacer las operaciones. Pensé en Terminator. No sólo me había enfrentado a él verbalmente, sino que además, le había ganado. El dialecto era lo mío, estaba claro. Pero lo que no tenía tan claro era que el amiguito del macarra tomara represalias contra mí. Se iban a pegar y... Me imaginé a Marcos con la cara hecha un mapa, moratones y la ceja partida. No era una imagen agradable.

Sacudí la cabeza y miré el reloj: las diez y media, quedaban diez minutos para salir al patio, y para que ocurriera la pelea que mantenía en vilo a toda mi clase, y suponía que a todo el instituto.

Miré de nuevo a Marcos y le pillé observándome. Ese chico era muy raro, tenía que hacer lo posible para separarme de él, para evitarme problemas, para no seguir hablando con ese macarra por el que casi me había jugado la cara. Pero volví a mirarle y vi sus ojos verdes cristalinos, limpios, honrados. Nadie diría que era un macarra mirándole a los ojos. Y su sonrisa: una sonrisa perfecta, dientes blancos alineados. Esa media sonrisa pícara que volvería loca a cualquier chica. Todas esas cosas y su irremediable forma de hacerme sentir bien, me obligaban a no separarme de él ni a poner distancia entre nosotros. Por ser amigos no pasaría nada... ¿verdad?

MARCOS P.O.V

Desde que entré a clase no hice más que pensar en lo que ocurriría cincuenta minutos después. Esa pelea que tendría muchos testigos, esa pelea con la que me podría jugar el techo donde vivir, esa pelea en la que habría, seguro, un herido.

No podía permitir que me marcara, era imposible. Mi padre me echaría de casa, y cerraría el grifo del que había chupado durante dieciocho años.

Miré a Andrea. Esa chica estaba loca... ¿realmente se había jugado el tipo por un examen? Cada vez hacía cosas más absurdas, y cada vez me parecía que estar a su lado era más absurdo. Pero la miraba, y veía su largo pelo, que había sujetado en una coleta cayéndole por la espalda. Veía su piel blanca, sus mejillas rosadas, su nariz finita y sus ojos marrones. Unos ojos marrones que hablaban por sí solos. Que atraían y atrapaban, y cuando te tenían agarrado no te soltaban. Veía sus labios finos, rosas y con un toque brillante, supongo que se habría echado cacao.

Se giró y me miró, me pilló mirándola y yo aparté la vista para fingir que estaba haciendo un repaso general de la clase. Me quedé mirando fijamente al periódico de Ignacio, el profesor, pero realmente no me interesaba nada de lo que ponía en esas sucias hojas de 1973, me hacía el indiferente, pero realmente estaba preocupado. Había nombrado a Andrea delante de Terminator. Él no sabía quién era pero sabía cómo se llamaba, y si podía hacerle algo... estaba seguro de que Víctor no se andaría con chiquitas y me haría el doble de daño hacíendole algo a Andrea.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora