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Finalmente cogí un libro llamado 'Gástame los labios'. Me puse a leerlo y me fijé que, detrás del mostrador, un chico que había cambiado el turno con la señora mayor de pelo blanco, intentaba establecer conversación con Laura. Mi amiga miraba desconcentrada algunos libros de terror, y decidí acercarme al chico del mostrador. Leí en su cartilla de identificación que llevaba enganchada en su uniforme el nombre de "Miguel".

Me acerqué al mostrador para que me cobrara el libro que había elegido, y mientras tecleaba, Miguel seguía mirando a Laura.

-10.32€ -Me dijo sin mirarme aún.

-Se llama Laura -Dije mientras buscaba mi cartera- Si quieres, habla con ella. No te cortes, es muy maja.

Me agradeció el consejo con una sonrisita y entró al almacén para reponer el libro. Salió al poco tiempo y me guiñó un ojo mientras se acercaba a mi amiga.

Era un chico bastante normalito: pelo oscuro y rizado, ojos negros, piel morena y algún que otro granito. No estaba ni muy fuerte, ni muy débil, y tenía unos dientes blancos perfectos.

-¿Lo conoces? -Me susurró una voz fría tirándome el aliento a la nuca.

Di un respingo (y un pequeño gritito), pero pronto me di cuenta de que era Marcos. Yo me reí un poco de mi reacción, pero el mantuvo un semblante serio todo el rato.

-No, no lo conozco. -Dije aclarándome la garganta y mirándole muy seria yo también.- ¿Por?

-Entonces, ¿por qué hablas con él? Explica.

Yo rodé los ojos e intenté salir de la librería a que me diera un poco el aire, pero me agarró del brazo.

-No tengo por qué darte explicaciones -dije.- No eres ni mi padre, ni mi madre, ni ejerces ninguna autoridad sobre mí. Eres sólo un pobre macarra con malas notas y el coeficiente intelectual de una piedra.

Me solté y logré salir de la librería muy enfadada. No sabía por qué yo había reaccionado así, pero me parecía mucho más extraño y descorcentante que él me hiciera ese "interrogatorio".

Miré por el pequeño escaparate y vi a Laura y a Miguel riéndose juntos. Me pareció que eran muy monos, y sin querer sonreí. Sin embargo, mi rostro cambió cuando vi que Marcos se ponía justo en el otro lado del cristal, y me miraba.

Mantuvimos un duelo de miradas del que me costó mucho encontrar sentido, pero él se rindió sonriéndome. Al ver esa sonrisa perfecta, esos ojos verdes irradiando felicidad y a todo él apoyado en el pequeño cristal, no pude evitar sonreír yo también.

Laura salió de la librería y se acercó a mí.

-Oye, chiqui-Me dijo separándome de la cristalera- Que me ha dicho Miguel que si me espero un poquito acaba su turno y que luego nos podríamos ir a tomar algo.

-Oh, genial. Pero yo me he gastado mi dinero en el lib...

-No -Me interrumpió- Dice de ir los dos solos.

-¿Cómo? Pero eso no suena a algo así como... ¿¡una cita!?

-Sí -Dijo dando saltitos y con una sonrisa boba de oreja a oreja.

-Pero... tú odias las citas, ¿no? -Dije aún con semblante de estupefacción.

-No, eso era antes. Creo que me encanta este chico... ¡es taaaan tierno! -Me contestó abrazándose a sí misma.

-Osea, que me vas a dejar sola con el macarra como la última vez. -Dije un poco molesta.

-No, pero lo de ayer fue a posta. Os dejé solos queriendo. -Dijo muy convencida. -Bueno, me voy dentro, que aquí hace mucho frío, ¿vale? ¡Te quiero mucho, Andrea!-Y se metió corriendo en el establecimiento.

No tenía ni idea de qué hacer. ¿Me iba sin esperar al macarra? ¿Lo esperaba? ¿Lo esperaba y me iba? No me dio tiempo a reaccionar porque el macarra salió en seguida.

-¿Y a estos dos qué les pasa?

No le contesté. Simplemente estaba sumergida en mis pensamientos, con la mirada en el suelo y sin darme cuenta de mi alrededor.

-Hey, ¿estás enfadada por lo de antes? -Salí de inmediato de mi burbuja.

-¿Qué? -Seguro que pensaba que estaba empanada, y realmente... lo estaba.

-Que si estás enfadada. -Dijo en un tono que me pareció un tanto exasperado.

-Ah, pues sí. Claro que sí. -Afirmé. -¿Cómo no me voy a enfadar? A la primera de cambio, y casi sin conocerme, me vienes con interrogatorio que no sé a qué ha venido. Y sólo por hablar con un pobre chaval que no sabía como entrarle a Laura. A parte, me has venido con ese gepeto* y encima con reproches. Yo a tí no te tengo que decir el por qué hago yo las cosas, no tienes ningún derecho.

-Lo dices todo pero evidentemente, no recalcas el hecho de que te estás poniendo a la defensiva. Ni que has salido de la librería como una leona por nada. No sé si comprendes que ha sido sólo una pregunta.

-Claro, ¿una pregunta? Por favor, si en la cara se te veían los celos de lejos. -Dije yo gritando.

-¿Celos? ¿Celos de quién?

-Pues de Miguel.

-¡Sí que lo conocías! Si no, ¿cómo sabes su nombre?

-EXISTE UNA COSA QUE SE LLAMA FICHA DE IDENTIFICACIÓN. La llevan las cajeras, las carniceras, y los libreros, por lo visto. Pero, ¡cómo me has cambiado de tema! Admite que estabas celoso.

-No lo estaba. -Dijo gritando.

-Y yo me chupo el dedo... Venga, que sí, que tienes razón. -Dije, dándole la razón como a los tontos.

-Eres una pelma, que lo sepas. -Dijo riéndose.

-Por... ¿por qué te ríes? -Pregunté anonadada ante las carcajadas del macarra.

-Porque eres genial. -Y me dio un abrazo.

Dado a su gran altura o a mi gran pequeñez, parecía que un gigante me abrazaba. Pero no me incomodó. Yo no le devolví el abrazo, por supuesto, seguía muy enfadada. Pero tampoco lo aparté. Me dio un besito en la cabeza como a las niñas pequeñas y me miró. Y le miré. Y nos miramos.

*Gepeto: Cara en sentido coloquial.

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¿¡Qué os ha parecido este capítulo!? Os dejo la imagen de un callejón muy parecido al que me he imaginado, donde está la librería. Recordad que son personajes inventados, y que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, como se suele decir.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora