Capítulo 39.

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Narrador•

La rubia siguió caminando por el tétrico bosque con el sabor de la traición en la punta de la lengua. Sintió deseos de correr al encuentro de su madre, tirarse en sus brazos y que todo fuera tan perfecto como lo había sido cuando ella tan sólo era una niña, pero ya no era posible; aquello sólo viviría en su memoria desde ahora y para siempre.

Al estar lo bastante lejos del alcance de su padre, o de quien quiera que fuera, se recostó contra un árbol, sacando del bolsillo de su chaqueta un cigarrillo, y el encendedor azul que llevaba a todos lados. Llevó el cigarrillo a sus labios, para encenderlo y darle una profunda calada. Quería que todos los jodidos problemas que ahora tenía se esfumaran con el humo.

---Un muy mal hábito para una hermosa mujer.--- Susurró una voz a sus espaldas... No, fueron varias voces a la vez.

Ella sintió el miedo recorrer sus venas hasta llegar a su cabeza, avisándole de la presencia maligna de aquel entidad, proveniente del lugar donde los muertos nunca encuentran paz, donde tan sólo pueden ser escuchados los gritos desgarraradores de dolor de éstos

Un escalofrío recorrió su espina, y se volteó, encontrándose con aquel ser que no podía ser descrito con palabras, pero si tenía un nombre. "Zalgo" lo llamaban los mortales.

El cigarrillo posado en sus temblorosos labios se cayó al suelo, mientras ella retrocedía. Su mirada permanecía posada en aquella criatura, mientras ésta tan sólo se podía regodear en su miedo.

En un abrir y cerrar de ojos, estuvo frente a ella. Con una de sus garras, removió un mechón rebelde de la cara de Emily, que palideció ante el tacto, aproximándose a una quemadura. Su pulso se disparó y empezó a respirar erraticamente. <Joder, no...> Susurró su voz en su mente.

Temblaba con fuerza, siendo imposible tan siquiera acercar la mano hacía su bolsillo para sacar el cuchillo o soltar un grito que alertara a alguien de su situación y que corrieran a ayudarla. Nada, y eso era lo peor. Escapó una vez, pero ahora, ya no habría salida.

Con su otra garra, se acercó al recién recuperado estómago de la chica, haciendo que ésta chillara levemente y soltara un par de lágrimas, producidas por el terror extremo que él le producía.

---Ya no eres tan valiente ¿verdad?--- Se burló, y ella siguió quieta en su lugar, con lágrimas desbordantes en sus ojos.

Lentamente, la criatura presionó su garra contra ella, haciendo una profunda herida en su cuerpo, matándola lentamente, disfrutando de su impotencia y sufrimiento.

Empezó a palpar cada órgano que estaba a su alcance, mientras se sorprendía de la resistencia de la chica. A éstas alturas cualquier humano ya estaría muerto. Ella no era del todo humana, pero sabían que eso no la salvaría de su inminente muerte; nada lo haría.

Agarró uno en especial, y antes de sacarlo, le susurró a ella:

---Despidete.--- Dicho eso, ella sollozó una última vez. Zalgo jaló uno de los órganos, y seguido a éste vinieron todos los demás que constituían su metabólismo, haciendo un espectáculo de órganos y sangre digno de un verdadero asesino serial psicópata.

Soltó el cuerpo de la chica y lo dejó caer al suelo. Observó una última vez su destripado cuerpo y se dijo a sí mismo que era la criatura más patética e insolente que en sus muchos siglos de vida había visto.

Soltó una ronca risa, y sin más, se retiró de la sangrienta escena.

Amor Sangriento. #L3Where stories live. Discover now