Abby este año ha cumplido once, y aunque esté más alta y se que ya casi deja de ser una niña sigue siendo una bebé ante mis ojos, pero ya se interesa más en cosas como pinturas de uñas y brillos labiales —los cuales pienso que es muy chica para que use—, así que su abuela le regaló en su cumpleaños unos cuantos brillos labiales que ahora no deja de usar.

Todos solemos malcriarla, nos gusta verla feliz y puede que no me guste verla jugar a ser grande, pero si la veo sonreír mi disgusto puede pasar desapercibido.

Mi bebé pronto será grande y no estoy preparado para que se vaya de debajo de mi ala.

(...)

Hoy es mi cumpleaños, eso quiere decir que nuevamente es seis de noviembre; un año más en una vida que no es como la que alguna vez imaginé. A pesar de perder algo valioso también la vida me regaló un ser de luz que ahora me abraza y me sonríe con tanto amor; sentimiento que a veces siento que no merezco.

—Papí debes pedir un deseo. —Su sonrisa es tan brillante que hace que me contagie de ella y se la devuelva. Amo a mi hija; puede que haya sufrido, pero no todo es malo.

—Estoy indeciso en qué desear, ¿Qué tal si soplamos juntos las velas y tú pides el deseo por mí? —Sus ojos se iluminaron de tal manera que parecían dos estrellas brillando en el cielo; mis dos estrellas favoritas.

—¿Eso se puede hacer, papí? ¿No sería trampa? —Con una sonrisa llena de amor asentí para ella mientras colocaba un mechón rebelde de su cabello tras su oreja.

A pesar de que quiere aparentar ser una adulta, mi bebé aún es inocente; es esa inocencia la que me cautiva y me hace querer protegerla con todo mi ser.

—Claro que sí, como es mi deseo yo pediré que tu deseo se cumpla y así cuando tú pidas el tuyo se hará realidad ¿No es un buen plan? —Abby asintió rápidamente emocionada mientras me soltaba para aplaudir.

—Si, si, siiiiii. —Su emoción es tan palpable que todos en la sala, y con todos me refiero nada más a mamá,  papá, Abby y yo, nos contagiamos de su alegría. —Abu viste papá es el mejor, me regalara su deseo.

—Lo se mi vida, pero si no soplan rápido la vela se acabará y no habrá deseo para ninguno. —Sus ojos se abrieron de manera exagerada y me miró expectantes.

—Vamos papi a soplar, a soplar. —Rio un poco y asiento.

—A la de tres, ¿vale? —Ella afirma con su cabeza a mis palabras,  emocionada esperando a que yo cuente. — Uno, dos y tres.

《Que todos los deseos de Abby se hagan realidad. 》—Yo cumpli la parte del trato.

Si, no voy a negar que los años han sido difíciles, pero momentos como estos me dan la fortaleza de seguir. Después de todo puede que sí pueda continuar; empezar a escribir un capítulo nuevo o incluso un nuevo libro.

Los años me llevaron a cumplir nuestros sueños juntos, logré comprar la casa que una vez estuvo solo en nuestra imaginación y que ahora disfruto con nuestra hija. Alex amaba las plantas así que mantuve el jardín como ella lo hubiese querido lleno de vida y colores; es el lugar favorito de Abby, se parecen tanto que no hay palabra para describir tantas similitudes.

Once años después del peor momento de mi vida, puedo decir que tengo todo lo que quise alguna vez, mi propia empresa, una casa hermosa, la mejor hija que me pudo regalar la vida, pero solo me hubiese gustado compartirlo con ella.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora