Cap 46: Un día extraño

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Lentamente vi como comenzó a moverse, poco a poco abrió los ojos. Pero los abrió aún más cuando me vio.

— ¿Christina? —dijo con los ojos entrecerrados.

Me levanté de la silla y salí por la puerta. Caminé por el pasillo y me encontré con Michonne.

— Ya despertó —le susurré.

Ella asintió y se dirigió a la habitación. Yo salí por la puerta y me encontré con algunas personas. Me miraban raro pero yo solo seguí mi camino.

— ¿Que fue lo que pasó? —me preguntó Alina.

— Rick —respondí— No entiendo porque peleaba con ese hombre pero...

— Mira, mira, mira... —dijo otra voz femenina.

Alina y yo nos giramos y vimos a Isabel a lo lejos.

Otra vez no.

— ¿Que tenemos aquí? —dijo.

— Largate —dije molesta.

— ¿Disculpa? No entiendo lo que hablas —dijo odiosa.

— Pues es obvio. Yo hablo, tu ladras, dime que raza eres. Perra —dije.

Pareció que se acabó su paciencia, que venía furiosa hacia mi. Alina se paró al frente mío y la detuvo.

— Te vas calmando —dijo enojada. Isabel se detuvo pero me lanzó una mirada de odio.

— Sabes que lo nuestro no se quedará así —dijo yéndose.

— ¿Porque sigue ella aquí? ¿Porque no la echan? —dije enojada.

Alina se dio vuelta dirigiéndose a mi.

— Yo también me pregunto lo mismo —dijo— Está noche va a haber una reunión con toda Alexandria. Va a ser cerca de la casa de Deanna —dijo.

Yo asentí.

— Iré —dije. Isabel asintió con la cabeza.

— ¡Casi lo olvido! —dijo, comenzó a sacar un papel de su bolsillo trasero.

— ¿Que es eso? —pregunté curiosa intentando ver algo.

— Ten —me entregó el papel. Desdoble el papel a pesar de estar un poco arrugado.

“Nos vemos en el parque, Alex

— Dijo que quería hablar contigo —me dijo Alina.

Hice una mueca.

— Tranquila, iré —aseguré.

Ella me sonrió y se fue.

Boté el papel y me quedé viendo a la nada.

¿Qué será lo que quiere?

(...)

Pasaron unas horas y me dirigí al parque según indicaba la hora.

No había absolutamente nadie, sólo sentía como el viento golpeaba mi cara, ningún sonido, sólo el de mis pasos en la carretera. Las luces de las casas estaban encendidas pero aún así no escuchaba un murmullo.

Me dirigí a una banca y me senté a esperar a Alex.

— Chris —escucho mi nombre.

Me levanté y logré ver a Alex parado al frente mío.

— Hola —dije sin más.

En unos minutos nos encontrábamos caminando por la vereda, pero no decíamos nada. Nadie se atrevía a hablar.

Mi hombre de la ballesta (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora