7. Confesiones

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Magnus había disfrutado el observar a Alec cocinar casi tanto como había disfrutado su comida.

– Eso estuvo delicioso, – dijo Magnus con entusiasmo.

– Solo fue un desayuno, – Alec se encogió de hombros, pero Magnus sacudió la cabeza en desacuerdo y continuó elogiando la comida de Alec. – Mamá me enseño, – contestó Alec cuando Magnus le preguntó quien le había enseñado.

– Oh cierto, la excelente cocinera de sándwiches, – Magnus rió. – Debí haberlo adivinado. –

– Así que, – Magnus agregó después de que Alec terminara de poner los platos en el lavadero. – ¿Dónde están todos esos suéteres con hoyos que me prometió tu hermana? –

– Izzy exagera, – Alec suspiró.

– ¿No tienes ropa con hoyos? – Magnus se burló.

– No, – dijo Alec firmemente, pero rápidamente se resignó y agregó. – Okey, quizá uno o dos suéteres viejos pero no son hoyos tan grandes. –

– Ni mentir sobre el estad de tu ropa puedes ¿eh? – Magnus se burló mientras se acercaba a Alec y le besa ligeramente en los labios. – Estoy seguro de que te vez asombroso incluso en suéteres con hoyos. – Magnus ronroneó. Estiró su mano y tomó la de Alec. Alec le permitió ser llevado al sofá.

– ¿Quieres ver televisión? – le preguntó Alec cuando se sentaron.

– No, – respondió Magnus suavemente mientras ponía a Alec entre sus brazos. – Solo quiero abrazarte. – Los brazos de Magnus estaban alrededor de Alec, y lo apachurró gentilmente mientras hablaba, para ilustrar su punto. Alec recargó su cabeza feliz en el hombro de Magnus. Sus respiraciones se sincronizaron y Magnus no pudo recordad alguna vez haber estado tan cómodo. Había algo demasiado acogedor en estar acostado en el sillón con Alec, y su estómago lleno de su maravillosa comida. Magnus acarició el suave cabello de Alec gentilmente y Alec cerró los ojos.

– Así que, – Magnus comenzó cuando sintió que Alec estaba completamente relajado. – ¿Cuándo podré leer tu poesía? –

– Nunca, – dijo Alec rápidamente, abriendo sus ojos. Claramente Alec no había estado lo suficientemente relajado.

– ¿Porqué no? – Magnus se quejó pero Alec negó con la cabeza.

– Son demasiado malos, – contestó Alec rápidamente. – Ni siquiera se porqué te lo dije. ¡No se lo he contado ni a Jace! –

– ¿Y que hay de tu hermana? –

– Ella sabe, – dijo Alec. – O al menos sabía que solía escribir poesía. –

– Realmente me encantaría leer un poco de ello, – Magnus habló suavemente. Alec se hundió en el sofá, o en este caso, en el pecho de Magnus. Pero no contestó. – ¿Qué tal si te cantó una de mis canciones? – Magnus intentó. – ¿Una canción por un poema? –

– ¿Tienes canciones? – le preguntó Alec.

– La música es algo así como mi trabajo. – dijo Magnus sonriendo.

– Pero dijiste que no escribías canciones. – inquirió Alec.

– Si, – Magnus suspiro. – Alguien más escribió la letra pero yo escribí la música. –

– ¿Ese es entonces tu trabajo? – Alec preguntó. – ¿Escribir música? –

– Si, y cantarla, – respondió Magnus.

– Yo no podría actuar en frente de personas, – dijo Alec estremeciéndose. – Nunca le he leído mis poemas a nadie. –

– ¿Ni siquiera a tu hermana o tus padres? – Magnus preguntó. Dado que Alec estaba acostado con su cabeza recargada en su hombro, Magnus se tuvo que negar el placer de ver la cara de Alec desde ese ángulo.

Elusive Love (Malec)Onde histórias criam vida. Descubra agora