DESTINOS IX

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Capítulo IX

Zuko observó hasta que el acorazado donde viajaban sus amigos se perdió en el océano. La luna llena de esa noche iluminaba de azul, hiso una oración en silencio, algo que aprendió en la tribu del sur cuando los hombres salían a navegar; esperaba que eso fuera una ayuda extra para sus amigos. Confiaba en ellos con su vida, pero cualquier cosa podría suceder y la oración era para su cuidado, nunca estaba de mas pedirle a los espíritus algo de ayuda y protección, solo esperaba ser escuchado.

Al darse la vuelta se encontró con Appa, le acarició la cabeza con cariño, tal vez Sokka tenía razón con respecto a lo peligroso que sería el día de mañana, pero por otro lado, dejarlo no le parecía correcto, él los había llevado por todo el mundo, de extremo a extremo y no sería justo hacerlo de lado el día de la batalla final, confiaba en que su instinto animal se haría cargo de alertarlo y hacerlo huir si la situación lo requiere, jamás se perdonaría si algo malo le sucediera, pero Appa era fuerte e incluso el mismo lo defendería si fuese necesario. Lo mantenían en cubierta, pues era lo suficientemente grande para albergar al gran animal peludo. Observó con detenimiento, había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo en ese barco que ya había olvidado sus dimensiones. Era realmente grande. El capitán Qian lo mantuvo oculto y a pesar de eso seguía igual de fuerte y en muy buen estado, incluso con algunas mejorías y arreglos. Toda la antigua tripulación estaba ahí, además de otros. Los dos barcos los seguían de cerca. Sabían que sería peligroso, a pesar de que toda una flota ya estaba en movimiento al Reino Tierra no descartaban la posibilidad de que un grupo se quedara atrás, resultaba inevitable que lo hicieran para cuidar la ciudad.

Entró al barco con dirección al comedor.

Recordaba que el tenía una cabina especial donde él y su tío tomaban los alimentos pero nunca la usó. Al principio comía en su camarote por su herida, y solo en una ocasión cenó en ese mismo comedor con toda la tripulación. Fue cuando les dio la noticia de que no seguirían los planes de su padre e iniciarían una búsqueda diferente. Recordando esos momentos y por la platica que tuvo con su capitán pudo entender porque lo habían apoyado sin condiciones. Tomó una bandeja al igual que el resto, se sentó en una mesa donde se encontraba Katara, el hijo del capitán Qian y otros hombres.

- ¡No me digas que sigues con eso! – gritó alguien.

- ¡Es verdad! Yo lo vi con mis propios ojos!

- ¿De verdad crees que voy a creer que un espíritu mató a todo un escuadrón?

- ¿De que están hablando? – preguntó Katara hacia las personas de su propia mesa. La discusión de aquellos dos hombres parecía que iba para largo.

- El Espíritu Azul probablemente – respondió Zheng.

- El que...? – no pudo evitar la sorpresa.

- El Espíritu Azul – repitió el hijo del capitán – Se ha vuelto muy famoso entre los soldados desde hace un tiempo.

- Son solo supersticiones – habló otro que estaba con ellos.

Ella nada mas miró de reojo al príncipe a su lado, el cual no parecía inmutarse por la conversación.

- ¡Ha! El Espíritu Azul no es nada – se burlo un hombre – A quien si deberías de temer es de la Dama Pintada.

El cuerpo de Katara se congeló.

- El Espíritu Azul – continuó el hombre – Solo ataca a soldados de nuestra nación, y mas que nada es solo un ladrón según he escuchado. Pero - miró a todos que lo observaban atentos – La Dama Pintada te asesina sin piedad, sin importar de que nación seas. He escuchado que mato a mas de cien maestros tierra en una sola noche, y a todo un cuartel de maestros fuego sin dejar sobrevivientes.

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