DESTINOS II

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Capitulo II

Nunca había visto a Aang tan enojado como en esos momentos. Su furia era tan grande que se había inducido al estado avatar; solo una vez había reaccionado de esa manera, cuando vio lo que le había pasado a los nómades aire y en esa ocasión fue el dolor y el sufrimiento lo que provocó que llegara a ese estado, pero en ese momento todo era muy diferente. La arena se movía en espiral a su alrededor. Sokka al igual que él se cubrían el rostro tratando de protegerse de los fuertes vientos y la arena llamando inútilmente a Aang; pudo ver a los areneros corriendo por el miedo y otros simplemente quedándose estáticos en el mismo lugar en estado de shock por el poder del avatar. Zuko no pudo salir huyendo, no podía abandonarlo, de alguna manera sabía por lo que estaba pasando su pequeño amigo. Appa y Momo eran lo único que quedaban de los maestros aire, su legado, el bisonte mas que una mascota era su amigo.

Mientras su cuerpo se elevaba en una burbuja de viento haciendo volar todo a su alrededor se acercó a él. Tomó su mano, los ojos brillantes del chico se fijaron en él con fiereza, pero lejos de retroceder el maestro fuego tomo su otra mano y con cuidado lo jaló hacia él. Su cuerpo se mantenía rígido negándose a ceder, negándose a dejar ir ese sentimiento que lo apresaba enormemente; después de un momento las lagrimas cayeron de su rostro y Zuko lo estrecho más hacia su cuerpo.

- Todo estará bien Aang. Encontraremos a Appa.

- ¿Lo prometes? – susurro sollozante.

- Lo prometo.

Después de esas palabras se desmayó.

Los areneros les ayudaron a salir del desierto, todo el camino Aang permaneció inconsciente, algunos de los hombres sintieron alivio por eso, no querían enfrentarse a la furia del avatar, sin embargo, no por eso pudieron sentirse fuera de peligro, había otros seres aun más temibles.

Los dos chicos que acompañaban al Avatar.

Uno de ellos, el chico de ojos dorados con la cicatriz en su rostro daba mucho miedo. Se veía joven, era un poco mas alto que su acompañante, su cabello largo de color negro azabache estaba sujeto en una coleta en su nuca, había mechones de cabello que enmarcaban su rostro, aun así la cicatriz era perceptible, a diferencia de otras personas que seguramente preferirían ocultar tan horrible marca, él la portaba con algo de orgullo sin importarle mucho que se viera; la cicatriz y sus ojos le daban un aspecto temible. Todo el camino sintieron su mirada como agujas sobre ellos, pareciera que iba a atacarlos en cualquier momento si intentaban algo, las espadas en su espalda tampoco ayudaban, solo demostraba que sabía defenderse con ellas y que no dudaría en cortarlos si los consideraba una amenaza para el avatar. El chico de piel morena y ojos azules tampoco se veía tan indefenso, el extraño peinado resaltaba sus rasgos, que no lucía tan amable en ese momento; un boomerang se situaba en su espalda y un hacha en su cintura, los marcados brazos dejaban en claro que había estado entrenando y tampoco se veía muy feliz por lo que estaba sucediendo. No fue un viaje cómodo para los areneros que se sentían horriblemente observados por ese par y agradecieron a los espíritus cuando por fin se separaron.

Una vez fuera del desierto descansaron en un pequeño riachuelo recargando energías; habían estado vagando en el árido territorio los últimos dos días, realmente necesitaban un baño y descansar. Por desgracia habían perdido casi todas sus pertenencias cuando se robaron a Appa. No tenían ropa ni comida, lo único que poseían era lo que llevaban puesto y no era mucho.

- ¿Cuánto falta para llegar a Ba Sing Se? – preguntó Aang.

- Estamos cerca de la bahía de la luna llena, a medio día de camino, de ahí cruzaremos en los transbordadores.

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