DESTINOS VIII

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Capítulo VIII


- Creo que ahora nadie puede negar que es digno al trono.

Sun Hee giró su cabeza hacia quien había hablado, se sorprendió al ver a la persona que tenía a un lado, no recordaba su nombre pero si sabía que era un amigo del señor Iroh y el padre de Katara. Algo mas que pudo notar es que no era la única persona ahí que vestía diferente a los nativos de la isla, un grupo de hombres que no reconocía se encontraban con la misma cara de estupefacción que él tuvo hace unos momentos.

Al llegar al final de las escaleras Zuko se impresionó de ver a Katara esperándolo. Ella de inmediato se acercó a él, sus ojos fijos en su cuerpo examinándolo. Sentía su toque temblar sobre su piel hasta que él tomó sus manos con las suyas. Lo miró dándose cuenta que no había nada de que preocuparse, sus ojos dorados brillaban aun mas y en su rostro existía una sonrisa que hiso que el corazón de la maestra agua latiera con premura y no precisamente por la preocupación de que estuviese herido. Acercó su rostro al de ella hasta que sus labios se tocaron, una de sus manos rodeó su cintura acercando su cuerpo al de él. Continuó besándola hasta que la tensión y el temor en ella desaparecían.

- Agni me dio su bendición – susurró suavemente – Me devolvió mi fuego control.

- Mas te vale conservarlo, porque nunca mas deseo verte hacer esa prueba de nuevo.

Sonrió, nunca le había amenazado, pero ese pequeño instinto de protección hacia él le gusto mucho. Se separó de ella un poco para ver el intenso azul de sus ojos. Realmente amaba su mirada, especialmente el mar de sentimientos que era capaz de reflejar en ellos, y todos eran dirigidos a él.

Se sentía mas realizado que nunca. Una fuerte determinación en él había surgido. Había tenido grandes dudas sobre lo que sería el futuro de ahora en adelante y el papel que jugaría. Si había aceptado en lo que se convertiría no lo había echo porque así lo quisiera si no porque todos esperaban eso de él. Pero ahora se dio cuenta que esa decisión ya estaba tomada desde antes de su nacimiento, y por primera vez estuvo de acuerdo con eso. Estaba destinado a convertirse en el Señor del Fuego, ahora lo sabía con mas firmeza que nunca, y estaba mas que dispuesto a tomar el lugar que por derecho le corresponde. Porque sabía que él sería el primero de muchos en cambiar a su nación y el rumbo que ahora tomarían. Ese, era su verdadero destino.

- Y no me creyeron cuando dije que envolverte en fuego sería buena idea.

Los dos voltearon a ver a Sokka. Estaba con sus brazos cruzados observándolos.

- Debemos volver – continuó hablando Sokka – Katara, tu padre esta aquí.

Y las venas del maestro fuego se congelaron.

En la casa donde ellos durmieron estaban todos reunidos alrededor de la hoguera. Zuko se había cambiado a sus ropas anteriores antes de presentarse al grupo. Reconoció inmediatamente al maestro Piandao. Su mirada gris le hiso recordar todo lo que había echo con su hija y lo muy malo que era haberlo echo sin que estuviesen unidos formalmente. Pero el maestro fuego desvergonzado no sentía ni una pisca de arrepentimiento. Sus pensamientos pasaron a segundo lugar al presenciar a los demás hombres que lo acompañaban. Los traidores de los que su tío les había hablado. Sus ojos se abrieron con asombro al ver un rostro familiar. No vestía el traje con el que lo recordaba, pero a pesar de los años que habían pasado pudo reconocerlo a la perfección.

- ¿Capitán Qian? – dudaba incluso de sus palabras.

El hombre Sonrió – Es un placer volver a verlo príncipe Zuko – le saludó de manera formal el que una vez fue el capitán de su barco. No pudo evitar sonreír.

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