Capítulo 7: La luna no es de queso, es de miel.

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Me vuelvo y sigo subiendo en la cama, hasta que estoy a buena altura, me voy de espaldas, mirando un ventilador de techo dando vueltas por encima de mí, es el paraíso justo en esta cama, y eso que no les he hablado de que una pared, es una puerta de cristal que ahora mismo está abierta de par en par, dejando entrar la brisa marina en todo su esplendor, y que además, ahí mismo, a unos cinco metros, hay una alberca y un jacuzzi, que sí, se ven tan deliciosos como esta cama.

—Nena, tú tienes el acceso que quieras a mi trasero —las manos de Tom sujetan mis tobillos y tira de mí hasta la orilla de la cama, la toalla en mi cabeza se queda en el camino, y la otra se desliza abriéndose por el frente de mí.

—No Tom, quiero dormir —me quejo, él tira abierta la toalla, le da un repasón a mi cuerpo antes de que pueda cubrirme, luego se encuentra con mi mirada, tiene una sonrisa enorme.

—De eso nada guapa, hay que levantar el culo e ir a comer, recuerda que no quisiste nada en el aeropuerto para no vomitar en el vuelo.

—Y tenías que mencionar vómito —frunzo el ceño, Tom tiene una bárbara facilidad de palabra.

—Así es, ahora venga —me toma las manos y tira suavemente de mí, solo para convencerme, realmente quiero darle una patada en una zona blanda—, arriba y a moverse, ah sí, no te olvides de vestirte —ruedo los ojos, su insistencia ha servido y dejo de ofrecer resistencia para que me ponga de pie.

Me ayuda con la izquierda, y con la derecha sujeto lo que puedo de la toalla para volver a envolverla en mí, Tom incluso me da una mirada de conocimiento antes de inclinarse por mi maleta y ponerla en la cama.

—Cuando quieres puedes ser una buena persona.

—Sí, sí, apúrate, esteré viendo a los peces en la sala.

Lo veo marcharse, el condenado se metió a bañar antes de que yo me recuperara del beso que compartimos afuera, entonces se arregló antes, ahora yo soy la que debe apurarse ¡Cómo detesto que me apresuren!

Abro mi maleta, de hecho ya tenía un conjunto para ponerme, un jumper básico de tela azul suelta. Lo deslizo por mis piernas, me llega un poco arriba del muslo, lo acomodo y ato los cordones en mis hombros. Luego voy a mi neceser que puse anteriormente en una cómoda, igual de madera blanca que hace juego con la cama, lo abro y saco un poco de cosas para llegar a mi cepillo, me desenredo el cabello y lo dejo suelto, luego saco el protector solar y me echo una buena capa alrededor de mi cuerpo, es de spray por lo que es bastante más limpio que la crema, luego aplico bálsamo en mis labios, me miro en el espejo un momento decidiéndome entre poner algo de maquillaje en mi cara o dejar mi belleza natural.

Al final me decido por poner un poco de polvo compacto alrededor de mi cara, me enchino las pestañas y aplico una ligera capa de rímel, todo muy poquito para dar un aspecto natural, de alguna persona que ha conseguido descansar. Sí claro.

Regreso a mi maleta, saco unas sandalias plateadas, me siento en la cama y me las abrocho en los tobillos, tomo una mariconera y meto mi celular, dinero y esas cosas sin las que no debes salir, además de mi gel antibacterial. Prefiero mil veces lavarme las manos con agua y jabón, pero no siempre se puede, incluso meto unas servilletas de papel y mi bálsamo para los labios, entonces estoy lista para salir.

Cuando voy a la sala, Tom está despatarrado en un sillón, con un pie sobre la otra rodilla y los brazos abarcando todo el respaldo del sillón de dos plazas. Me mira, y luego tiene la cara para mirar el enorme reloj en su mano izquierda.

—Quince minutos, debe ser algún record —se burla, le saco la lengua y hago mi camino dignamente hacia la puerta, él se ríe y me sigue. Pues no había de otra—. Oh nena, vamos a divertirnos tanto —me vuelve a dar una palmada en el trasero que me hace gruñir y arder la nalga izquierda.

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