42. Bienvenida a Saint Abel

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—Es muy peligroso que esté aquí, la policía estuvo vigilando —exaltado comenzó a regañar a su padre.

—No pasa nada —lo interrumpió—. Franz me dijo lo que sucede, también sé lo que pasó hoy. Te dejaron mal, pero pudo ser peor —mencionó tomándolo del rostro para ver de cerca el morete que Ian tenía en el rostro—. Esos policías fueron suspendidos y hoy no vigila nadie. Hiciste un buen trabajo, me llegaron los documentos, todo saldrá como lo planeamos, verás que muy pronto viviremos tranquilos.

—Aún no me responde ¿Qué hace aquí?, se supone que saldría a fin de año.

—Logré adelantar mi salida, aunque se supone que no debía salir del país, debo mantenerme oculto unos días, luego todo se solucionará. ¿Dónde te estás quedando?

—En casa de un amigo —respondió—, éste lugar no es seguro, supongo que irá a otro lugar.

—Sí, con Franz, mejor no vengas, pueden seguirte. Mantente donde estás y yo te llamaré —añadió dirigiéndose al auto.

Ian asintió y subió a su motocicleta. Siempre había pensado que al salir su padre libre, tendrían un encuentro más emotivo, sin embargo, no estaba en el carácter de ninguno el ser afectuoso, así que supuso que estaba bien.

 Siempre había pensado que al salir su padre libre, tendrían un encuentro más emotivo, sin embargo, no estaba en el carácter de ninguno el ser afectuoso, así que supuso que estaba bien

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Tras una regañina, Sophie regresó a casa de sus tíos, ya era tarde y se sentía cansada. Aguantó las quejas de su tío por tener a una adolescente ruidosa y molestosa, e ignorándolo subió a su habitación provisional.

Se sobresaltó un momento al ver a alguien sobre la cama, luego se alegró.

Ian estaba echado de estómago, con Misky durmiendo sobre su espalda. La imagen le causó gracia y corrió a recostarse con él.

— ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu padre?

—Él ya se fue, se está quedando en un hotel, quería verte antes.

Sophie lo besó como agradecimiento.

Misky saltó al suelo en cuanto Ian se movió. El muchacho acostó a Sophie de espaldas y la besó con cariño. Solo con ella era así de afectuoso, después se comportaba con más seriedad, su padre y su tutor le decían que las muestras de afecto eran una señal de debilidad y siempre lo había creído; pero con Sophie era débil, excesivamente débil y sabía que no existía remedio contra ello.

La dulzura de la muchacha se le contagiaba y resultaba imposible no tratarla con delicadeza y afecto.

—Ni te atrevas. —Sophie lo detuvo cuando sus caricias y besos comenzaron a subir de intensidad y él ya se posesionaba sobre su cuerpo, acorralándola contra el colchón de la cama.

Refunfuñando bajo se recostó de lado, abrazándola y acomodándola sobre su pecho.

Entre caricia y caricia que el muchacho le propiciaba en el cabello; cayó dormida. La lluvia empezó de nuevo e incrementó con rapidez.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now