11. Amor licano

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La tensión dominaba, los cruces de impasibles miradas causaban escalofríos a quienes ya sólo formaban parte de la audiencia

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La tensión dominaba, los cruces de impasibles miradas causaban escalofríos a quienes ya sólo formaban parte de la audiencia. El espacio pequeño y cerrado no permitía que el aire fluyera a su capricho. La pila de monedas, billetes, cupones y materiales escolares, parecía un tesoro que aguardaba el siguiente movimiento para ir junto a su nuevo propietario.

Los dos jóvenes pasaban la vista de su mano a los ojos de su contrincante. Más que una partida de póker, aquello parecía un torneo de ajedrez. Tiago ya comenzaba a impacientarse mientras sostenía en la mano la esquina de una carta que esperaba ser volteada.

— ¿Sigues o no Sophie? —intentó apurarla.

Sólo su hermana e Ian permanecían en el juego. Tras un as de picas, un dos de tréboles y un tres de diamantes que se mostraban en el piso, la partida no se veía prometedora.

Sophie dio un último vistazo a sus cartas. Un par de tres era lo que tenía en la mano. Ian ya había ganado casi todas las partidas, desbancando a todos los chicos de segundo y primer año que participaban de las partidas de póker clandestinas que Tiago organizaba periódicamente.

El orgullo de la muchacha era mayor a las pocas probabilidades, aunque una trica de tres podían ayudarla a recuperar lo perdido.

—Sí, sigo —confirmó intentando mostrarse segura, pero nerviosa a la vez, en un intento de confundir al muchacho.

Tiago volteó la cuarta carta: una jota de diamantes.

—Aumento —dijo Ian con arrogancia, sin desprender la vista de la muchacha.

Inmediatamente todos dirigieron su atención a Sophie, ya sólo le quedaba lo justo para igualar.

—"All in" —dijo segura, poniendo en el centro lo último de dinero que le quedaba; toda su mesada se había esfumando en menos de una hora.

El resto esperó impaciente, Sophie debía tener algo realmente bueno.

Tiago puso la última carta sobre la mesa: otro as.

Sophie sólo sintió su orgullo irse junto a la montaña de objetos que Ian acercaba a él. Una trica de ases fueron la condena segura de Sophie ante su mayor rival.

Todos empezaban a levantarse con decepción y el espíritu competitivo de la muchacha habló por cuenta propia.

—Una partida más, solo tú y yo —retó a Ian.

—Sophie ya perdiste todo, hasta tu almuerzo —le echó en cara con una sonrisa burlona en sus labios.

—No todo —sacó su celular del bolsillo y lo puso sobre la mesa.

El resto volvió a acomodarse expectante y entusiasmado.

—Sophie, si lo pierdes papá va a matarte —le advirtió Tiago, intentando disuadirla.

Los sueños secretos de SophieWo Geschichten leben. Entdecke jetzt