Risa muda

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Locke me jaló por la chaqueta y me arrastró hacia el interior de la habitación, trabando la puerta tras de sí.
—Ese auto es un clásico americano. Deberías aprender algunas cosas mientras ocupes mi cuerpo. 

Di un paso atrás para observarlo detenidamente. Estaba vestido con unos jeans bastante ajustados (razón por la cual ya no los usaba), una camiseta blanca sencilla y una chaqueta oscura que seguramente había encontrado en el fondo del guardarropa porque era horrible. Los pies, enfundados en unas botas negras.
—¿Qué demonios traes puesto?
—Sin ofender, tienes un gusto horrible para vestirte.
—¿Disculpa?—Extendí los brazos para ostentar su, según él, "exquisito" gusto por la moda—No eres precisamente un super modelo...
Sus ojos dieron con la Mágnum que llevaba en la cintura del pantalón.
—¿Condujiste así?—Me arrebató el arma y la guardó en la parte trasera de sus jeans—Dios mío... harás que nos maten a ambos.  
Puse los ojos en blanco mientras apagaba la colilla del cigarro contra el marco de la puerta. Locke se apresuró a hurgar en el bolsillo de mi (su) chaqueta y lo detuve sujetándolo por la muñeca.
—Ni lo sueñes. Nada de nicotina mientras estés usando mis pulmones.
Locke negó con la cabeza.
—¡Esto no me puede estar pasando a mi! ¿Qué hice para merecer esto? Sólo maté a algunos monstruos. ¿Qué hay de malo en eso?—Se dejó caer hacia atrás sobre la cama tapándose los ojos con ambas manos y, apenas unos segundos después, se incorporó actuando aún más histérico—¡Mírame, estoy actuando como una niña! Dios... Creo que voy a vomitar—. Dio una vuelta en el lugar y finalmente se volvió hacia mí—Odio esto.
Di un largo suspiro y me crucé de brazos.
—¿Terminaste?
Luego de unos minutos de silencio, Locke pareció recobrar la compostura.
—Necesitamos volver hacia atrás. ¿Qué hiciste ayer? ¿Viste algo raro? ¿Alguien extraño? ¿Algún objeto fuera de lo normal?
—¡Claro! Debí haberlo sospechado... Recibí mi carta de Hogwarts de manos de Hagrid.
—¡Hablo en serio!
—¡Igual yo! No tengo idea de qué está pasando. TÚ deberías saberlo. TÚ eres el tipo raro que caza monstruos. Yo sólo soy una camarera común y corriente—Las últimas dos palabras parecieron pasar por mi garganta como cuchillos. Resoplé—De todas formas... ¿Qué estabas haciendo estacionado en el medio de la nada? ¿Cazando?
—Ojalá. He estado caminando en círculos por semanas—. Se llevó las manos a las sienes—Ni siquiera puedo pensar en nada útil con esta maldita jaqueca.
Tragué saliva. 
—Prueba con un par de aspirinas—. le recomendé. Sabía que no tendrían ningún efecto pero necesitaba ganar tiempo hasta que descubriese cuál era la mejor forma de decirle la verdad. Fruncí la boca—¡Dios! De verdad necesito orinar.
Lo aparté de mi camino y me encerré en el baño.
—No te entretengas demasiado.
Ignoré su comentario ofensivo y trabé la puerta.
—Asqueroso—murmuré entre dientes.
Como si hubiese leído mi pensamiento, su voz no tardó en aparecer al otro lado de la puerta.
—Tampoco actúes como si fuera el primero que ves.
Reprimí una sonrisa.
—¡Cierra la boca!
Cuando salí del baño, Locke estaba echando un ojo por debajo de su camiseta.
—Eres asqueroso—Me llevé una mano a la frente—Dios, esto es una pesadilla.
—Deberíamos ponernos en marcha—dijo, poniéndose un poco más serio.
—¿Hacia dónde?—pregunté confundida.
—A hacer lo que haces en un día normal. Ir a la universidad o a trabajar... Al menos hasta que descubramos qué es lo que está pasando. Tal vez sea una buena idea seguir nuestras rutinas normalmente.
—Así que tú serás camarera y yo sólo iré por ahí disparándole a cosas. Cool.
—No creo que sea una buena idea separarnos.
Asentí con la cabeza. Aunque seguía siendo un desconocido para mí y había cosas que no quería decirle, presentía que no era la única que ocultaba un secreto desagradable. Tal vez, era algo mutuo.
—¿Entonces?
Salí de mis pensamientos.
—Yo... no voy a la universidad. Tampoco trabajo los domingos pero... hay un lugar al que pensaba ir.
Asintió y ambos abandonamos la habitación en silencio. Cuando estaba a punto de abrir la puerta del lado del conductor su mano me bloqueó el paso.
—Si veo un sólo rasguño en mi auto me encargaré de que tu cuerpo te sea devuelto en el mismo estado.
—Ay, que delicado...
Me moví hacia el lado del copiloto y me desplomé en el asiento reclinando la cabeza con los ojos cerrados.
—Esto no va a ser fácil ¿verdad?
—No lo creo—Me rozó la rodilla cuando se inclinó para guardar el arma en la guantera—Pero lo vamos a resolver ¿De acuerdo?  
—Lo sé, yo sólo... tengo esta sensación...—El silencio dentro de mi cabeza se acrecentaba—Olvídalo.

No estaba segura de que Locke y su rutina itinerante conociesen bien el lugar, así que lo fui guiando hasta llegar a destino. Aparcó el auto frunciendo el ceño.
—¿Qué hacemos en un hospital?
—Vengo a visitar a mi madre.
La confusión no abandonó su rostro de camino a la recepción. Avanzó, tomando la delantera, conmigo a su lado murmurándole un par de instrucciones.
—Hola, Rae—saludó, poco convencido.
—Liv, hola—respondió la empleada de seguridad dirigiendo su vista hacia mí.
Le di un golpecito en el brazo a Locke para hacerme notar. 
—Ahh... Ehm, este es Locke, un... amigo de Iowa.
Hice un ademán con la cabeza. Intentaba mantenerme seria pero no pude reprimir una sonrisa hacia Rae. Fue el turno de Locke (Livila) de golpearme el brazo.
—Yo no sonrío—me dijo, entre dientes.
Me disculpé por lo bajo y, sin más preámbulos, subimos las escaleras. Cuando llegamos, el agarre de Locke me impidió abrir la puerta.
—¿Estás loca? ¿Crees que tu propia madre no va a notar la diferencia?
Sonreí algo triste. Esta vez, no dijo nada.
—No lo hará.
Empujé la puerta y entré. Mi mamá estaba acostada, lucía frágil como siempre. Me acerqué y rodeé la cama hasta llegar a ella. Mis pasos eran firmes y pesados. Acomodé un mechón de pelo detrás de su oreja con la mano algo temblorosa y me quedé observando... el tono de mi piel, la textura de mis dedos... Yo no era su hija, no en ese cuerpo. 
—Livila, lo siento... Yo... no sabía.
—No tenías por qué saberlo. Está bien.
—¿Cómo...
—Tiene leucemia. Una forma bastante agresiva y... ha estado así durante un tiempo—Acerqué una silla hasta su cama.
—Lo lamento.
—Igual yo.
Acaricié la palma de su mano con la yema de mis dedos, ahora ásperos y más robustos. Había algo detrás de ese movimiento, de ese ir y venir, que me decía que debajo de esa piel estaba yo. Seguía siendo Livila. Locke, con un semblante más serio y pensativo, quizá algo preocupado también, se había reclinado contra la pared. Se restregó los ojos.
—Mientras estamos aquí podría hacer que alguien te vea por este dolor de cabeza.
Fruncí los labios.
—No se va a ir, Locke. Lo siento.
Volví la vista hacia mi mano, apenas terminada la frase. Un destello plateado llamó mi atención. Locke se inclinó para terminar moviéndose hasta donde yo estaba.
—¿Qué es eso?
"Feliz día de los inocentes, tontos"—leí en voz alta y giré la nota—Escrito en un envoltorio de chocolate.
Levanté la vista hacia él que me arrancó el papel antes de que pudiese dárselo. 
—¿Qué?
Giró el papel varias veces, releyendo el mensaje otras tantas.
—Demonios.
—Sigo aquí. Háblame.
Se rascó la cabeza.
—¿Recuerdas el dios pagano sobre el que estaba investigando cuando nos conocimos?—Asentí con la cabeza—Somos su presa. Nos está cazando.
—¿Qué es?
—Un trickster.

Trickster: los truqueros o embaucadores son un tipo de seres traviesos o semi-divinidades con la habilidad de deformar la realidad creando ilusiones.

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