—¿Quién demonios eres? —pensó en voz, luego de revisar gran parte de los datos, encendiendo la curiosidad en su compañero.

—Debe ser alguien que tenga acceso a esa área o uno con años de experiencia. No cualquiera puede hacer eso. Debe ser un genio en computadoras, como _____ o tú —sonrió desganado, tratando de pensar en lo importante, dejando su lucha moral para luego.

Sabiendo que él ya tenía su elección más que tomada, quería pensar en algo para que el menor no se sintiera culpable de abandonar a alguien. Él también quería salvar a todos. Cada uno se había convertido en un miembro especial de esa extraña familia que habían formado y como miembro de ella, no quería ver como unos se salvaban, a costa de la vida de los otros.

—Ve a descansar un poco. Me quedaré revisando esto para hacer todo lo que pueda ahora. Como lo pensé, son piezas de un rompecabezas, así que debo armarlo a mi gusto, de tal manera que nadie pueda anularlo una vez que infectemos el sistema madre.

—¿Eso quiere decir que anónimo lo dejó todo en tus manos?

—Creo que... es una forma de pedirnos que confiemos en él —concluyó, mirándolo a los ojos, seguro de sus palabras.

Vernon suspiró rendido y se puso de pie, caminando hacia la enorme cama que pensó que ese día ya estaría siendo ocupada por los novios y su pequeño. Al parecer, anónimo confiaba en ellos al dejar aquello en sus manos y, al mismo tiempo, les estaba pidiendo que hicieran lo mismo, cosa que comenzaba a desquiciarlo.

«¿Quién mierda eres, anónimo?»




—¡Sáquenme de aquí! —gritó el rubio, golpeando una vez más aquella puerta de hierro que lo privaba de su libertad.

Desde que habían capturado a ______, JR lo había llevado hasta esa habitación, con la excusa de que Nubia lo estaría esperando allí. Sin embargo, solo fue eso, una excusa para encerrarlo como a la pelinegra. La única diferencia era que, en esa misma habitación, había todo un bufet sobre una larga mesa, con adornos, copas de cristal, champaña, vinos de las mejores cosechas, platos de porcelana china y cubiertos de plata.

Rendido, caminó hasta la mesa y se sentó en una de las puntas, donde la losa estaba elegantemente acomodada, lista para ser usada. Con miedo a que todo aquello tuviera veneno, solo se atrevió a servirse un poco de agua, asegurándose con anterioridad, de que no estuviera envenenada. ¿Cómo? Sumergiendo su meñique en el líquido.

Se sentía más basura que nunca al saber que ______ seguía salvándole el pellejo, aun después de lo que él le hizo. De no ser por ella y su lado femenino que se había enamorado de todas esas artimañas de detectives que habían encontrado en el mercado negro de Japón, él no tendría el esmalte encubierto y en ese momento no hubiera sabido cómo darse cuenta de que el agua sí estaba envenenada, o al menos adulterada.

—¿Aún sigues con vida? —habló una inconfundible voz, haciéndolo ponerse de pie de un salto, provocando que la silla cayera a sus espaldas.

Ni siquiera se dio cuenta en qué momento ella había abierto la puerta y entrado allí. Solo el hecho de recordar quién era esa mujer ya le causaba escalofríos, así que prefirió no pensar en nada más que lo perturbara.

Sus miradas estuvieron enfocadas en el otro por largos minutos, hasta que la morena soltó una risilla y comenzó a avanzar hacia él.

—Solo algunas comidas y el agua están envenenadas —confesó, tomando una manzana, tallándola en su blusa antes de llevársela a la boca y darle un buen mordisco —. Lo más vital —arqueó una ceja y sonrió con malicia —. Iré directo al grano —volvió a hablar segundos después, cuando se hartó del silencio por parte del más alto.

Por Venganza (Nu'est) -3° Parte-Where stories live. Discover now