Capítulo 1.

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«Gritos»

Personas corriendo de un lado a otro, intentando salvar sus vidas, sabiendo que eso sería lo último que podrían hacer.

«Disparos»

Cuerpos cayendo al suelo, corazones que dejaban de latir y ojos que solo eran absorbidos por las tinieblas, arrastrándolos hacia la otra vida.

«Explosiones»

Muros enteros derrumbándose, túneles bloqueándose y más cuerpos volando por los aires.

«Sangre»

Sin duda, el rojo era un color que nunca olvidaría.

Una vez más ese sueño se repetía en su mente como si lo viviera una y otra vez. No podía liberarse del peso de las almas que se llevó aquella noche. Quizás personas inocentes murieron por su culpa, pero había valido la pena, o eso creyó.

Se despertó asustada, sentándose en la enorme cama que ocupaba ella sola. Aún traía puesta sus vestiduras de la tarde e incluso sus botas. Sabía que una vez más...

Acarició las sábanas a su derecha y las sintió frías, como pasaba últimamente. Supo que él no había dormido; de nuevo, pero como cada noche cuando ella ya no podía resistir al sueño, él la cargaba hasta la cama para que descansara al menos unas horas antes de continuar con el trabajo.

Dejó caer de nuevo su cabeza sobre las almohadas y suspiró exhausta, llevando uno de sus brazos hacia arriba para cubrir sus ojos. Tres malditos meses habían pasado y aún no encontraban el nuevo paradero de los Mikage. Constantemente se movían y huían como si fueran cucarachas. Sabía que estaban jugando con ella, esta era su venganza y por un descuido había dejado que pasara; que se lo llevaran.

Tomó el pequeño portarretrato de su mesa de noche. Una bella foto de ella con los chicos y su pequeño cuando el apenas tenía tres años. Sin duda era hermoso, idéntico a su padre, pero con los ojos y el cabello de su madre. Apretó los dientes con fuerza cuando una lágrima rebelde viajó desde su ojo hasta perderse en su cuello. Ya no sabía en quien más creer para rogar por el bienestar de la luz de sus ojos. Sabía perfectamente que no le harían daño porque querían que ese fuera su castigo, ver como su hijo crecía bajo la crianza de un clan que lo formaría a su manera.

Pensar en eso la desesperaba como nunca. Esa simple idea era la que le daba fuerzas para seguir sin descansar. Ya descansaría cuando estuviera muerta, luego de vivir una larga vida junto a la familia que quería tener, luego de ver a su hijo crecer y ser feliz solo como él se lo merece. Ya no podía continuar así, tenía que seguir buscando, pero dónde. Todo era tan complicado. Tanto como si la tierra se los hubiera tragado...

—¡Eso es! —habló más que convencida y de un salto, se puso de pie para ir corriendo hasta la sala especial que tenían en la casa.

Atropellando a Jeonghan en el camino —quien venía con tres tazas de café bien cargado en una charola— entró al cuarto estrepitosamente hasta llegar al lado de su... su... ¿cómo debería llamarlo? ¿su hombre? Eso suena tan juvenil.

Los tres restantes que estaban más que concentrados, pegaron un brinco en su lugar cuando el rubio dio un grito, molesto por haber manchado una de sus camisas favoritas.

«Todas eran sus favoritas»

Ren aún no salía de su exalto cuando _____ lo hizo a un lado, empujando apenas su silla con ruedas para que se apartara de enfrente del computador. Vernon solo se encogió de hombros cuando el pelilargo lo miró buscando una respuesta que sin duda no encontraría en el menor. Ya no tenía idea de que hora era, aunque sospechaba que algo tarde, pues su cuello comenzaba a doler, pidiéndole un respiro. Se estiró en su lugar hasta hacer tronar la mayoría de sus huesos y se puso de pie para ir hasta la mujer que no dejaba de teclear, acercándole la silla que él ocupaba segundos antes. Lentamente hizo que se sentara y depositó un beso en su coronilla mientras que _____ continuaba buscando algo con desesperación.

Por Venganza (Nu'est) -3° Parte-Where stories live. Discover now