Capítulo 26: La Habitación Blanca. Caro.

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En su departamento, siendo todavía una desempleada, Caro se levantó a las 7:06 hs; pero se sentía entusiasmada con respecto a hallar a su madre, hablar con el vecino y encontrar un nuevo trabajo.

<<¿Qué será L y E?>>, pensó.

Abrió el último cajón de su placar y buscó un par de medias rotosas. Al revolver sus prendas, se topó con un objeto que siempre escondía. Se sobresaltó. Es que le daba vergüenza que alguien pudiese verlo, así que lo ocultó nuevamente. Luego, se vistió con su jogging de entrecasa, una remera vieja y se calzó sus zapatillas de tiras ya despegadas. Una vez ataviada, se dispuso a salir de su departamento, pero en ese instante, le llegó un mensaje de texto. Con avidez, se apresuró a abrir el sobre virtual:

˂˂Hola, Caro. Todavía no se me ocurre nada. ¿Y a ti?˃˃

˂˂Hola, Yuri. ¿Cómo estás? Yo iré a buscar en internet al centro de la ciudad. También tengo que seguir buscando empleo.˃˃

˂˂Buena idea. Y suerte con tu empleo. Hablaremos más tarde.˃˃

˂˂Gracias por tu ayuda, Yuri.˃˃

<<Me alegro de haberlo conocido>>, pensó.

En el pasillo, cuyas luces se encendieron ante su presencia, Caro otra vez no tuvo noticias de su vecino. El único ser vivo que encontró fue una iguana caminando en la pared. Bajó la mirada frustrada y salió a la calle.

<<No debo ser impaciente>>, se dijo.

Entusiasmada, llegó a la plaza La Paz, a cuatro cuadras de Las Colinas. Era un lugar de bancos de madera destruidos y una hamaca clausurada. Pero al menos, Caro advirtió conforme que tenía un sendero de piedra a su alrededor. A esa hora, había varias personas corriendo y un anciano paseando sus tres revoltosos perros caniches. Caro se dispuso a dar un par vueltas alrededor. No muchas. Sabía que no debía esforzarse de golpe, así que corrió poco y trató de acompasar su respiración. Y mientras tanto, trataba de resolver el nuevo enigma de las iníciales. Sus melones le pesaban y su piel pecosa se puso roja al sudar. Pero la muchacha no se rindió. Era necesario hacer ejercicio. En esas aventuras, le estaba haciendo falta bastante en verdad. Decidió llegar a los diez minutos. 9:47, 9:48... su corazón parecía estallar, le dolía mucho al costado. No obstante, se negó a darse por vencida. 9:58, 9:59 y 10:00. Al fin, aliviada, dejó de correr y mientras recuperaba el aire, tal como se lo había explicado Maga, continuó caminando a paso muy lento. Estaba feliz. Hasta había sudado bastante.

<<Y pensar que antes no me creía capaz de hacer estas cosas>>, pensó.

Más tarde, ya estaba en el centro de la ciudad en el cibercafé Odín. Chequeó las páginas buscoempleo.com y fuentelaboral.com. Lamentablemente, decepcionada, solo encontró un aviso acorde a sus posibilidades: Tienda de ropa interior femenina busca vendedoras entre 18 y 25 años, con o sin experiencia laboral. Sin embargo, procuró ser optimista.

Luego, colocó las letras L y E en el buscador. Presionó la tecla "enter" y suspiró esperanzada. Lamentablemente, los resultados eran delirantes: el presidente "le" envió un saludo, pizzería "le" bleu, la hinchada cantaba o"lé"... Frustrada, dejó de abrir esas páginas. Comprendió que dos letras eran algo muy poco específico. También investigó sobre la leyenda de su pueblo. Encontró varios artículos, pero pequeños y mal redactados. Todos decían lo mismo. Todo lo que Caro ya sabía sobre la caza de brujas en su pueblo y hasta mentían descaradamente, como que había un toque de queda al anochecer ya que los espíritus de las brujas merodeaban las calles. Al rato, ya estaba afuera.

<<Ojalá Yuri tenga mejor suerte y descubra algo>>, suplicó.

Un rato después, viajaba en el autobús 25, sentada en uno de los asientos traseros. Miró las llaves otra vez. Ambas eran doradas, de cabeza circular en forma de anillo. La que no tenía inscripciones, poseía unos dientes rectos y la que decía LE, tenía muescas puntiagudas y cinco rayas hechas en el tronco quizás con una cierra, a una distancia perfecta una de la otra.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora