Capítulo 38: La Guarida de la Bruja. Ryan.

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<<Ya falta poco... ―suspiró―. Jey, te extraño tanto.>>

Esa mañana, en la calle Las Reinas, oculto tras un árbol, Ryan estaba espiando la guarida de la bruja previo al combate que se avecinaba por la noche. Con la frente arrugada, sin despegar los ojos de aquella torre lujosa, aspiró el aire profundamente y seleccionó de entre miles de olores, una mezcla de pis de gato, piel de sapo y excremento de pájaro. Efectivamente el mito vivía allí todavía.

<<¡Ya me encargaré de ti y tu espíritu, maldita!>>, juró.

Luego se acercó al muro invisible con pasos cautelosos y extendió un dedo índice hacia adelante. Recibió una pequeña descarga. Gruñó furioso por el dolor y por corroborar que ese muro seguía en pie; no obstante, pronto tendría la forma de derrumbarlo como si tuviese un poderoso ariete. Por la noche, vendría por la hechicera y al fin tendría la segunda sangre. Estaría cada vez más cerca de ser un uganor y destrozar a las palomas de mierda, principalmente a Dultarión. Detestaba tanto a estos seres, más que a todos los demás mitos juntos. Sabía que había una especie de cruzada de las palomas para exterminar a todos los demás mitos; pero a él no le interesaba participar en esa guerra y tomar partido por ningún clan. Ni siquiera por los suyos, eso si quedaba con vida alguno.

Con las manos en los bolsillos, se dirigió a la estación del subterráneo. A mitad de camino, pasó por la puerta de CinePacific. Incluso desde la vereda, pudo percibir el olor a pochoclo. Con curiosidad, el demonio vio los afiches de las películas que estaban en cartel: una nueva versión de "El diario de Anna Frank", una película romántica llamada "Luz de medianoche", y dos filmes animados para niños que trataban sobre animales del bosque y gatos parlantes. Pero la que le llamó la atención era una llamada "Abismo". Por el colorido afiche, advirtió que se trataba de un viaje en submarino a las zonas más profundas de la Tierra y que obviamente despertaría siniestros seres como calamares y tiburones gigantes. Sonrió y se colmó de entusiasmo. Hacía mucho que no iba al cine. Hasta podría invitar... pero tras un chasquido de su lengua, se marchó de allí con pasos rápidos y la frente arrugada.

Viajó en subterráneo. Descendió del vagón ni bien se abrieron las puertas y salió del andén junto a la marea de personas rumbo a las escaleras mecánicas, todos apresurados por llegar quizás a sus hogares o a sus trabajos.

<<Trabajos...>>, caviló.

Y entonces, ansioso, en lugar de salir de la estación, se quedó en la zona de las boleterías y comenzó a mirar a su alrededor, atento a las escaleras mecánicas que provenían de los andenes. Incluso, buscó con la vista algún puesto de flores o chocolates; es que para un puenteño, regalarle algo a una mujer era una forma de hacer visible su interés, y si su obsequio era aceptado o no, sabría si era correspondido.

<<Carolina de las preguntas...>>, pensó.

Pero entonces, chasqueó la lengua y gruñó molesto consigo mismo. No debía hablarle. Él era un monstruo. Pero esta vez, la tentación de hablar con Caro era más poderosa, por más que solo fuera de empleos y la crisis económica.

<<Soy un monstruo, ¿cómo puedo pretender...?>>, se castigó.

Pero entonces, otro tren llegó a la estación. Ansioso y con los ojos en redondo, Ryan pudo oír y oler a la multitud de personas que subía por las escaleras mecánicas, empujándose irrespetuosamente. Y, con una sonrisa, pudo percibir ese delicioso aroma a manzanas verdes. Se asomó apenas a una baranda y oteó hacia el andén. Ella estaba allí, aferrando su mochila y con los auriculares en su oreja. Seguramente estaba escuchando Evanescence o Bon Jovi.

<<Es tan encantadora...>>, pensó.

Ella aún no lo había visto ya que observaba sus pies con detenimiento. Así que el mito tranquilamente podría irse y olvidar ese asunto; pero la atracción era muy fuerte. Le estaba costando resistirse.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora