26. Hora de revelar sentimientos

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— ¿Y esa niña? —le preguntó Tiago en cuanto vio a Ian entrar.

—No lo sé, apareció en mi puerta.

— ¿Una hija no reconocida? —comentó con malicia.

—Sí pedazo de imbécil, la tuve a los cinco años —habló irritado—. Dónde están tus padres, tal vez ellos sepan qué hacer.

—No están, los veré más tarde, hoy jugamos contra Saint Abel ¿no me digas que lo olvidaste?

Ian se llevó la mano al rostro, se había olvidado por completo. Ese día ambos colegios tenían el partido clasificatorio. Entre las muchas conversaciones que había tenido con Tiago en esos últimos días, se la había pasado más pensando en Sophie que atendiendo a lo que le decían, habiendo olvidado por completo esos detalles.

—La verdad sí, es que debo hacer el trabajo con Sophie...

—Sí, por supuesto. —Rodó los ojos con sarcasmo—. Tú y yo sabemos que eso es un pretexto para estar con ella; y tú y yo sabemos que es mejor que te mantengas alejado y no la ilusiones, creo que empiezas a gustarle y bajo ninguna circunstancia voy a permitir... —Lo reprendió molesto antes de ser interrumpido.

—Sí, como sea, entonces, ¿Está tu hermano? Que juegue con ella hasta que tus padres vuelvan. —Sin prestarle ni la menor importancia volvió al tema de la niña, quien ya había apartado los ojos de Ian para mirar con alucinación a Tiago.

— ¡Tampoco está! ¡Se quedó en casa de Samy! —Frustrado por no ser atendido en su amenaza le gritó; pero Ian ni lo miraba.

Sophie bajó a la sala al escuchar las voces. Cabizbaja y triste llegó al final y al levantar el rostro para encontrarse con Ian, la tristeza la abrumó y dio media vuelta corriendo de regreso a su habitación.

— ¡Qué le hice ahora! —Exclamó Ian corriendo tras ella. En la noche cuando la había dejado, Sophie se veía más que dichosa, y al verlo esa mañana, huía como si fuese un vampiro sediento de su sangre.

— ¡Oye! ¡Espera, no me dejes solo con la niña! —protestó Tiago al verlo correr, pero era tarde, Ian se había ido y sabía que no volvería hasta hablar con Sophie.

Sophie se acurrucó bajo su cama, no quería ver a Ian, no podía soportarlo. Desplazada, ese sentimiento era el que Ian le provocaba en ese instante. Se sentía mal al verlo, se sentía menos.

Lágrimas de frustración e ira ya comenzaban a brotarle, Ian le había quitado lo último que le faltaba: el primer puesto en el cuadro de honor del colegio.

Esa noche al llegar, su padre le había informado la cruda verdad, por primera vez ella ya no era la mejor alumna del colegio, ni siquiera la mejor alumna de su curso, Ian le había arrebatado el puesto.

Era una tontería; mas para Sophie, ser la mejor siempre había sido lo único que la diferenciaba del resto, lo único que tenía para demostrarles a todos que era más que solo una niña bonita e ingenua.

De improvisto sintió que alguien se acomodaba a sus espaldas, abrazándola debajo de la cama.

— ¿Qué haces? —preguntó destilando reproche al reconocer el cálido abrazo.

—Te abrazo —dijo Ian pegándose más a ella.

—Eso ya lo sé, ¿por qué lo haces?

—Porque estas triste, intento consolarte, no puedo trabajar contigo en ese estado, además que estoy seguro que de una forma u otra fui yo quien te puso así —le habló al oído, causándole un ligero estremecimiento.

Bruscamente se liberó de él en el poco espacio y salió de su escondite por el otro lado de la cama.

— ¡Sí! Es por ti ¡¿De acuerdo?! ¡Todo es por ti! ¡Desde que llegaste a mi vida que todo lo malo que me pasa es por tu culpa! —le gritó con toda la rabia contenida desde la noche anterior.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now