-Llevas diciendo lo mismo una semana. -replicó ahora el hombre.

No hice caso a su comentario y tomé mi navaja que estaba encima del sofá.
Pasé por su lado y salí de allí.

-¡____!

-Glenn, déjala.

Me alejé lo más posible, en dirección a la tumba de mi padre. Me puse a su lado y miré la tierra. Empecé a trazar líneas en ella con mi instrumento.

-Mira y aprende, princesa. Mira y aprende.

-Por favor, no... Por favor... -rogué.

Alzó el bate y golpeó la cabeza del pelirrojo. Un hilo de sangre se deslizó por su frente y Abraham volvió a incorporarse.

-¡No!

Cada día volvía a repetirse el mismo recuerdo. La misma pesadilla cada noche. ¿Por qué me tocó a mí perder a toda la gente que quería? ¿Es que acaso era una mala pasada por parte del destino? No. Eso no existía.
Desvíe mi vista hacia la cruz hecha con dos palos colocada verticalmente en el suelo.

-Ojalá estuvieras aquí para partirle la cabeza a ese hombre. -susurré para el cuello de mi camiseta.

Reí un poco al imaginarme a mi padre dándole la paliza de su vida. Pero paré al recordar que eso era ya algo imposible.

-Me acuerdo cuando me enseñaste a disparar. -hablé de nuevo apoyando mi espalda en el muro detrás de mí.- Mamá estaba como loca porque decía que era demasiado peligroso para una niña de diez años, mientras que George me pedía que se la prestara y tú replicabas que era como si disparara una de agua pero con balas. O como cuando me metí en esa bolsa de basura y casi me dejas fuera de casa para que me llevara el camión que pasaba todas las mañanas. Mamá no te habló en lo que quedaba de día.

Acaricié la tumba. Se formó un nudo en mi garganta. El mismo que llevaba apareciendo cada noche durante la primera semana separada por siempre de mi progenitor.
Tomé una bocanada de aire y sentí cómo las lágrimas se deslizaban por mi piel.

-¿Por qué tú? -maldije en voz alta mientras apartaba un mechón de pelo.- Me dijiste una vez que siempre estarías a mi lado. Que me protegerías a toda costa. Que no me dejarías sola. -miré la cruz como si estuviera hablando realmente con él.- Me mentiste, papá.

Seguí sollozando por varios minutos más. Insultaba a todo aquél o todo aquello que se me cruzaba por la cabeza. Carl, Rosita, Rick... Negan.
Ya nada tenía sentido. ¿Para qué seguir? ¿Por qué luchar? Todos terminaríamos muertos de una u otra forma.
Pero, ¿quién me haría luchar ahora? ¿Quién se sumergiría cuando estuviera en lo profundo? Esto solo era el principio del fin.

Una persona carraspeó a mi lado, haciendo que subiera mi vista. Jesús me sonrió y le invité a que se sentara a mi lado. Así lo hizo, se puso a mi lado izquierdo en silencio y miró al frente.

-Tengo algo que darte. -dijo al minuto.

Sacó un anillo de su bolsillo trasero y lo mostró en la palma de su mano.

-Lo llevaba puesto. Pensé que te gustaría tenerlo.

Me lo ofreció. Miré el aro con nostalgia, y luego al chico. Una curva se dibujó en sus labios y tomó mi mano para dejar el objeto en ella y después cerrarla.

Everything's going to be okay. II | Carl Grimes. |Where stories live. Discover now