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[Shōyō]

Abrí mis ojos al sentir una gentil brisa golpear mi rostro, parpadeé, algo ido. ¿Dónde estaba? Por instinto me paré y admiré mi alrededor.

Un pétalo blanco apareció en mi visión y luego otras volaron a mi alrededor, bajé la mirada y rosales blancos acaparaba cada rincón del campo.

Me giré cuando sentí una presencia detrás de mí, un hombre de cabello largo y anaranjado, parecido al mío, me ofrecía una rosa, la miré en silencio.

— Son hermosas, ¿no? — su voz resonó en mi cabeza, la tomé mientras asentía.

— Sí...realmente son hermosas...

Lo miré nuevamente, mi vista se hizo borrosa por un momento y luego observé sangre en la ropa de aquel hombre. Miré la rosa que me había dado, sus pétalos se teñían de un rojo opaco. La solté asustado.

— Cuídate.

Todo a mi alrededor se desintegró, y, lo último que vi, fueron unos ojos rojos mirarme con soledad.

...

— ¡Hermano! — abrí los ojos de golpe mientras soltaba un jadeo ahogado, me senté mientras veía a Natsu a los pies de la cama, abriendo las cortinas—. Mamá ya preparó el desayuno, vístete y baja.

— S-sí. — murmuré.

Mis hombros temblaron por un breve momento, ese sueño... ¿Qué había significado? Se había sentido muy real.

Al estar listo bajé, saludé a mamá y acaricié la melena desordenada de mi hermanita. Tomé asiento mientras me llevaba una tostada a la boca.

— ¿Nervioso? — dijo mi madre mientras se sentaba delante de mí.

— Bastante.

— Mi niño ya es un estudiante de preparatoria. — sonrió alegre, aunque por un momento vi su expresión algo decaída, reí avergonzado por sus palabras y comencé a comer lo que tenía a la vista.

Terminé de comer diez minutos después y, al ver la hora, comencé a ordenar mis cosas.

— Te quiero má, ya me voy.

— Ve con cuidado. — la oí gritar desde la cocina.

Terminé de colocarmelo los zapatos. Tomé mi bolso y salí de casa.

Mi pecho hormigueó por recordar que ya era estudiante de secundaria y hoy sería mi primer día de clases. Estaba nervioso. No conocía a nadie de aquella secundaria, todo sería bastante nuevo.

[...]

Llegué a mi salón después de unos minutos, tuve que preguntarles a algunas personas de cursos mayores para poder llegar. Miré a todos hablar entre sí, conociéndose. Miré un asiento libre a la mitad del salón, al lado de la pared. Caminé y me senté en silencio, sin tomar la atención de nadie.

Luego de unos segundos la puerta se abrió, dejando ver al profesor y la campana sonó cuando cerró la puerta detrás suya.

— Tomen asiento. — fue lo primero que dijo—. Me llamo Ittetsu Takeda y seré su profesor a cargo por este año, espero que nos llevemos bien. — sonrió. Nos miró a cada uno y abrió una delgada libreta que traía en sus manos—. Iré nombrándolos para reconocer sus rostros.

Fue nombrando a cada uno de mis compañeros, comenzaba a ponerme ansioso. El tener toda la atención de tantas personas no era lo mío precisamente.

Suspiré en silencio.

— Hinata Shōyō.

— ¡Aquí! — elevé una mano y asintió mientras bajaba su mirada a la lista.

«Uuf, eso no estuvo tan mal.» Respiré más calmado y desparramé mi cabeza en la mesa, sonriendo aliviado.

Ten cuidado.

Mis hombros se tensaron cuando aquellas palabras resonaron como eco en mi cabeza. No podía recordar el rostro de ese hombre, pero aquellos ojos rojos los recordaba perfectamente que daba escalofríos.

— Kageyama Tobio. — escuché al profesor, pero nadie respondió—. Kageyama Tobio. — repitió—. ¿Está ausente? — frunció levemente sus cejas.

La puerta se abrió y un chico de cabello azul obscuro se adentró.

— Con permiso, soy Kageyama Tobio. — me enderecé al escuchar su voz, parpadeé algo extrañado.

Por un momento me sentí inquieto al oírlo. Ten cuidado. Otra vez aquella voz, ¿qué era? Miré al frente y mis ojos se encontraron con los de aquel chico, mi piel se puso de gallina y tragué saliva que se había acumulado en mi garganta.

— Por esta vez lo dejaré pasar, ve a tomar asiento. — dijo el profesor mientras el chico pasaba al salón y se sentaba en el único asiento libre.

Con mi mano derecha toqué mi garganta, me sentía extraño.

Muy extraño.

[...]

El timbre de la hora del almuerzo sonó, todos se fueron parando de a uno. Algunos acompañados, otros solos. Hasta que me quedé completamente solo en el salón.

Me paré de mi asiento después de unos segundos en blanco. Busqué entre mi mochila mi almuerzo, que lo había preparado la noche anterior, y me encaminé a un lugar sin mucha gente. Subí las escaleras hasta llegar a la puerta de la azotea. En la puerta había un pequeño cartel; Prohibido el Paso. Tomé la perilla y abrí.

— Tampoco es que quiera quitarme la vida. — murmuré en broma mientras me sentaba apoyando la espalda en la pared de la caseta, observé el cielo que comenzaba a nublarse, pero no tenía cara de llover.

— ¿Eres de mi clase? — escuché una voz, elevé la vista, alguien estaba arriba de la caseta, sentado con las piernas colgando. Sentí mi cuerpo palpitar cuando lo reconocí, me quedé en silencio mientras veía cómo saltaba hasta quedar a mi lado, sentándose—. Soy Kageyama Tobio, ¿y tú?

Lo miré a los ojos, algo cohibido. Tomé aire mientras sentía mi garganta picar.

— Hinata Shōyō.

Asintió mientras llevaba a su boca un pan de yakisoba, seguramente lo había comprado en la cafetería. Seguí comiendo mi almuerzo en silencio, sintiéndome cada vez más extraño.

— ¿Por qué viniste a comer a un lugar tan apartado? — preguntó cuando terminamos de comer.

— Pues, no conozco literalmente a nadie de esta preparatoria, así que me sería incómodo comer solo en algún lugar cuando otros están en compañía. — reí avergonzado.

— Ya veo. — murmuró, nuestras miradas se juntaron—. Entonces almorcemos juntos desde ahora, ¿te parece?

Sonreí, asintiendo con emoción. Nos paramos recogiendo nuestras cosas y caminamos en dirección a nuestro salón.

No estuvo nada mal mi primer día de clases.






Nuestro Destino | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora