Travesura Realizada

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- Canuto, te perderás el entrenamiento de hoy.

- Lo siento Cornamenta, estoy castigado, ve y habla con McGonagall si me quieres en las prácticas esta semana. – comentó Sirius.

Isadora saludó a sus amigos y caminó hasta el aula de Historia de la Magia, su materia menos favorita. Luego de dos horas de un aburridísimo discurso tuvo por fin la última clase del día antes de su castigo.

En la sala de pociones Slughorn revolvía un líquido nacarado mientras espirales de vapor se formaban en la superficie.

Atraída por el exótico aroma se acercó al caldero.

- ¿Podría decirme que poción es ésta? – Inquirió Slughorn con una de sus amables sonrisas mientras el resto de la clase también se acercaba.

- Es amortentia, Profesor – respondió otra voz, la cual le pertenecía a Arielle Reed.

- Bien, Señorita Reed, ahora deje que su compañera responda – Dijo el profesor restándole importancia. – Señorita Lamperouge... - Alzó una mano en dirección al caldero y ésta se acercó.

- Bueno, huele a Vainilla, Jazmín... - Tomó una bocanada más grande de vapor – Lo demás parece un perfume, no lo identifico del todo, y algo que parece tierra y pelo de perro húmedo. – Dijo arrugando la nariz ante el último aroma. – La vainilla y el jazmín son unos de mis aromas favoritos – agregó al final. Arielle puso los ojos en blanco.

- ¿Para qué sirve la Amortentia? – volvió a preguntar el profesor.

- Es el filtro de amor más fuerte del mundo... - comenzó a explicar Isadora.

- ¡Excelente!, Cinco puntos para Gryffindor, señorita. – Declaró el profesor cuando la muchacha terminó su explicación

Todos los alumnos de la clase pasaron uno a uno y olfatearon la poción describiendo su aroma. Por su parte, la pelinegra aún trabaja de descubrir de dónde provenía el perfume y el extraño olor del final.

La clase acabó e Isadora salió pitando hacia el aula de transformaciones, no podía llegar tarde a su castigo. Sirius ya se encontraba sentado en el banco de al lado con el libro de transformaciones abierto sobre el pupitre.

- Lo siento, profesora, la clase del profesor Slughorn se extendió unos minutos. – McGonagall asintió amigablemente y volvió su vista al ejemplar de "El Profeta" que tenía entre sus manos. Parecía que su enojo ya se había pasado, la muchacha conservaba la esperanza de ser liberada antes de su castigo.

Al tomar asiento leyó que el capítulo de esa noche era sobre animagos. Sirius le dedicó una significativa mirada y en menos de una hora y media terminaron el capítulo, por lo cual McGonagall los dejó retirarse antes.

La noche había llegado súbitamente al castillo y con ella el típico frio invernal. Al juntar sus plumas y papiros Isadora sintió sus dedos entumecerse por el glacial clima. Sirius alzó la vista, mirándola a los ojos y luego reparando en sus labios, los cuales se habían tornado azules.

- ¡Estás helándote, Sky! – Advirtió mientras cruzaban el umbral de la puerta. – Toma – dijo depositando su capa en los hombros de la chica y enrollándole la bufanda con el escudo de Gryffindor alrededor del cuello.

- Sirius, morirás de frio tú. – declaró.

- Yo estoy bien, luego iré por otro abrigo.

Juntos caminaron hacia la cena en el Gran comedor, la capa de Sirius era muy larga para ella y arrastraba en el suelo. Al inhalar el gélido aire a través de la bufanda recordó, finalmente, cuál era ese perfume de la poción amortentia que tanto le había costado identificar...

Al llegar a la mesa de Gryffindor Remus observó a Isadora y a todos sus abrigos dos tallas más grades, y luego a Sirius, que llevaba el suéter del uniforme y una fina campera. Al reparar en porqué estaba tan desabrigado lo observó como si no lo conociera.

- Vaya, sí que eres caballero, Canuto – comentó. Sirius observó a su amiga y se sentó en la mesa sin replicarle a Remus.

La semana de castigo terminó antes de lo previsto, ese mismo viernes McGonagall los liberó a ambos de tener que leer el polvoso libro, aunque era de gusto, pues ya habían terminado de leerlo esa misma clase.

Las semanas pasaron y con ellas los MHB de los de quinto. Faltaban dos días para que cada uno regresara a sus casas cuando, reunidos en el comedor, Sirius les informó que deseaba irse de su casa.

- Ven a mi casa – ofreció James. – A mis padres no les molesta.

- Vamos, Sirius, es tu madre, ¿Acaso es tan malo? – preguntó Alice.

- ¡Es una vieja arpía! – estalló Sirius – ella y su obsesión con Slytherin y la pureza de sangre...

- Sirius... - Interrumpió Lily – No podrás irte de allí hasta no tener 17, al menos no sin escarparte.

- Lily tiene razón, Canuto, sólo son otros dos años. Incluso menos... - comentó Remus.

Isadora puso su mano en el hombro de él, en señal de comprensión, y la retiró inmediatamente, luego de ver las miradas de sus amigos sobre ellos. Parecía que aún no entendían que ambos eran amigos, que era mejor así, que no volvería a pelearse con su amigo por un motivo tan absurdo.

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Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now