Capítulo 6

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Al llegar a casa lo primero que hice fue lanzarme a la cama boca abajo, dándome de sopetón directo en la nariz. Refunfuño por ser tan despistada y siempre hacerme daño por ser precipitada. Lanzo la maleta a un lado, literalmente la tiro al suelo, olvidando que dejé mi botella de vidrio, seguramente ya se había hecho añicos. Pero estaba cansadísima, como si hubiese corrido un maratón. Me dolían los pies, sin añadir que mi estómago rugía peor que un león en ayunas.

Me quejo y doy vueltas en la cama, pero tengo demasiada pereza como para levantarme y traerme algo para saciar mi hambre. Giro, me retuerzo, y hasta me hago bolita, pero me encuentro incómoda. Me siento, exasperando y maldiciendo internamente por no encontrar una posición favorable.

—Pareces un perro —me dice el rubio, quien está sentado cómodamente en el sillón. Su característica sonrisa socarrona llena de burla se alza y yo quiero golpearlo para quitársela de ese bonito rostro.

—Tú estás muerto y no te digo nada —ataco, mandándole una mirada asesina y bufo al percibir que semblante pondrá.

Él pone mala cara.

—Sí, sí, qué graciosa... —me lanza un cojín.

—Hijo de tu-

Estoy a punto de tirarle con la mayor fuerza posible el bendito objeto que cayó de lleno en mi cara, pero la voz de mamá hace que este se resbale de mis dedos y maldiga el llamado.

—¿Ayem cenaste? —grita mamá desde la primera planta—. ¿Te llevo comida? —me pregunta.

—¡Siiiiiiiiiií!

—Tonta —murmura Mark, sonriendo.

—Estúpido.

—Lenta.

—Narizón.

—Bruja.

—Muerto.

Sonrío para mis adentros, y ahogo una carcajada al ver su semblante de odio. Me permito suspirar.

—Estoy tentado a entrar en ti de nuevo.

—¿Qué?

No es yo que tenga una mente sucia, sino muy creativa. Y su mensaje implícito no ayuda de mucho. Me niego a actuar como una niñata que le tiene miedo a todo eso.

—Hacer tonterías, quizás besar al cejotas, obviamente en tu nombre y cuerpo, haría que dejes de decirme muerto.

Mark cruza sus brazos detrás de su cabeza y se echa para atrás. Muerdo mi labio con fuerza y reprimo con todas mis fuerzas lanzarme a él como una fiera y dejarlo calvo. No solamente porque haya llamado a Jaebum, cejotas, sino por mí también. Quizás estos últimos días mi humor estaba de perros, pero no tenía la culpa; o eso creía. Era el puñetero chico fantasma que me hacía la vida imposible con sus cometidos o cualquier cosa que implicaba abrir la boca. Además, sabía que esto apenas había empezado.

Jesús.

—No lo harías.

—No me conoces —y sin más, se esfumó.

Justo en el preciso momento en el que él desapareció, mi mamá entró por la puerta, trayendo consigo un plato de comida caliente.

Olvidé el suceso con el chico y simplemente le dije a mi mamá cuánto la amaba, y no solo porque me haya traído comida a la cama.


*****

Iba a ganar unas ojeras enormes de seguir así.

Ghost; Mark Tuan; Im JaebumWo Geschichten leben. Entdecke jetzt