Tus ojos color mar - Batista César

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La siguiente escena pertenece a "Tus ojos color mar" de batistacesar. Si te interesa saber más de esta maravillosa obra, pasá por su perfil.


Bajo un frondoso árbol de lapacho rosado almorzaron, sentados en la verde grama. Anariell se recostó sobre el árbol, con las piernas cruzadas y extendidas. Él se acercó a ella, sentándose en la saliente raíz del frondoso árbol y mirándole fijamente a los grandes ojos, en los cuales reflejaba su figura, le denotó todo el amor que sentía por ella, diciéndole en absoluto estado de limerencia:

-Anariell, eres simplemente maravillosa, disfruto cada segundo que paso a tu lado – y tomándole tiernamente de la mano prosiguió- Hay algo que hace mucho quiero decirte y no me he atrevido porque no quiero que nuestra buena relación amical se vea afectada. Pero ya es tiempo, porque el corazón no deja de darme tumbos cada vez que te miro y la respiración se me detiene. Me gustas mucho y me he enamorado de ti sin remedio.

Ella con un destello de luz en su mirar que lo cautivaba dejó a un lado la botella que tenía en sus manos, arrojándola hacia el costado, y sin pronunciar palabras lo besó con sus finos labios color carmesí. El corazón le comenzó a latir agitadamente, la respiración se le entrecortaba, y aferrándose a su cuerpo hundió los dedos en la espalda de él, enredándose desenfrenadamente en el amor, deseándolo vehemente. Sus cuerpos se unieron en el deseo de la pasión, fundiéndose como cobre y níquel.

Durmieron sobre la suave grama, bajo el frondoso árbol que los ocultaba del intenso sol. En el interior de la selva, más adentrado de adonde ellos se encontraban, se escuchaba un armónico sonido que producía el agua cristalina cayendo en la cascada. Al despertarse Anariell, y viéndole a Dante durmiendo plácidamente como un niño recién nacido se corrió de su lado sigilosamente, apartando de su abdomen color crema el brazo que lo rodeaba, firmemente aferrado. Se colocó su remera blanca y comenzó a inspeccionar el lugar, caminando por el desnivelado suelo. Luego de caminar un rato y maravillarse por las distintas especies de aves y árboles, decidió regresar a donde estaban, para que no se preocupara de su ausencia.

Juntos se fueron caminando de regreso, yendo a la casa de Dante, continuando con el fausto día. Apenas ingresaron al domicilio, dejaron las mochilas sobre el sofá y se enredaron nuevamente en la pasión, resultándoles inevitable la atracción de sus cuerpos. Acostados en la cama, una tenue luz ingresaba por la ventana, que iluminaba el cuerpo desnudo de Anariell, sus piernas blancas, las curvas pronunciadas de su cadera, y los pechos de miel que se zafaban de sus brazos que intentaban ocultarlos.

Especial San ValentínWhere stories live. Discover now