C i n c u e n t a

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Harold tocó la puerta de la casa de los Rox con lentitud, con la esperanza de quien abriese la puerta fuese Lola y nadie más que Lola.

Pero no fue así.

Un ojeroso y en calzoncillos Logan fue quien lo invitó a pasar a su casa. Incluso sabiendo que Lola no querría verlo.

– Sabes que no deberías estar aquí, ¿no? – le preguntó el azabache.

– Si, lo se. Pero hay cosas que simplemente no puedo evitar hacer – se encogió de hombros el muchacho de rulos, dejando su libro de Ingles sobre el sillón de la sala.

– Ve. Y, por favor, no hagas tonterías.

Nombre Indefinido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora