T r e i n t a y c u a t r o

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No se iba a rendir tan fácil. Claro que no.

Al otro día volvió a ir a la casa de su ¿estudiante?, si así se podía llamarlo, para que esta vez si pudiesen interactuar.

Cuando la puerta fue abierta no se encontró con la pequeña del otro día, en cambio, Harold estaba parado frente a ella.

Portaba solo una musculosa y unos boxers con lindas caritas sonrientes sobre su cuerpo. Tenía el aspecto de recién haberse despertado, por su cabello revuelto y como con su mano intentaba, sin mucho éxito, quitar la saliva en su hombro. Tenía el aspecto de un bebé.

– ¿Qué haces aquí? Dijimos que las clases serian ayer.

– Si, pero no respondías mis llamadas y supuse que estabas ocupado – se encogió de hombros, mintiendo.

Igualmente, sabía que Haley no había dicho nada de su inesperada visita en el momento inoportuno, o eso esperaba.

– Si, pero no tienes que venir hasta acá, yo te iba a llamar para reunirnos.

– Siempre que estudiábamos lo hacíamos aquí...

– Aba, tiempo pasado – bufo.

Lola frunció el entrecejo, no tenia porque ser tan grosero. Bueno, quizá si, pero ella no lo toleraría.

– Por lo menos ahora se que no hay que ayudarte en lengua – y acto seguido lo empujo con su hombro, haciendo un pequeño hueco entre él y la pared, permitiéndole entrar.

Odiarme es pecado, no pequen.

Nombre Indefinido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora