C u a r e n t a y o c h o

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No iba a hablarlo con ella. En realidad, no quería tener ninguna clase de contacto con la chica que lo engañó por tanto tiempo.

Pero había que hablar, porque sin hacerlo no se resuelven las cosas.

Por eso estaba sentado nuevamente en Gelatto esperando que la chica de cabello café y ojos claros llegara.

Dios, incluso en eso son iguales, pensó. Aunque Harold sabía que Lola tenía el cabello más chocolate y sus ojos azules le gustaban mucho más que los de Lucy.

Luego de diez minutos Lucy llegó, sentándose frente a él con su overol negro usual y una sonrisa torcida.

– Querías hablar conmigo – le medio sonrió ella, el fondo feliz de que él no la odiara.

– Solo quiero saber todo – puso una mano sobre la mesa – ¿quieres pedir algo antes? – dijo tomando la carta que reposaba enfrente de él.

– No, estoy bien. Solo dime que no te ha dicho Lola. Si puedo te contaré todo.

Harold asintió, sin apartar la vista de su carta, no tenía la fuerza para quedarse mirándola mucho tiempo.

Claro que le seguía gustando Lucy. Tan solo hace dos semanas había asimilado que estaba fuera de su radar, a menos que decidiese dejar de ser un hombre y cambiase su sexo, nombre y prácticamente todo.

– ¿Cuándo tuvieron la idea? Ya sabes, cuando lo hablaron... – murmuró con algo de pena.

– Luego de reencontrarnos, ya sabes fuimos compañeras de campamento y – Harold no la dejó terminar.

– ¿Qué?

– ¿Qué acaso no te dijo? Eramos amigas desde hace tiempo, pero no nos veíamos hace años. Yo sabía quien eras por ella, cuando eramos pequeñas nunca dejaba de hablar de ti – sonrió al fin, recordando viejos tiempos.

Harold sólo llegó a soltar un oh cuando ella continuó hablando de como lo habían planeado, al ver que no se detendría, incluso cuando él no estaba realmente escuchando, decidió pararla.

– ¿Y por qué siguieron? Digo, la broma ya había pasado, ¿por qué decidieron continuar?

Lucy quedó en blanco, sin saber muy bien que responder.

Y él ya sabía porqué. Incluso aunque no se lo admitiera a si mismo, y deseara con todas sus fuerzas que fuese tan cierto como que fuese falso.

– No es algo que yo pueda responderte, Ha.

Nombre Indefinido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora