Capítulo 8

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NATHALIA

En cuanto pongo el pie en el acelerador, el auto no se mueve, vuelvo a pisarlo con más fuerza, pero entonces escucho un ruido extraño e inmediatamente por instinto piso el freno y luego quito el pie tan rápido como lo he puesto ahí. Quiero golpearme la frente, porque claramente la inteligencia no está de mi lado, hubiera sido mucho más práctico y barato conseguir una bicicleta, o mejor aún un taxi; eso sin duda es mucho más práctico y menos riesgos que intentar conducir, cuando nunca lo he hecho.

Mi cerebro no es capaz de mandarme buenas ideas en el momento que las necesito, al contrario, las envía cuando ya he metido el pie hasta el fondo del pozo.

Levanto la cabeza que reposa sobre el volante en señal de resignación, mientras el motor del auto sigue encendido, estoy perdiendo tiempo y combustible, entretanto debato con mi yo interno sobre si esto saldrá bien o terminaré en un hospital con múltiples fracturas de huesos y contusiones que probablemente me lleven a dormir en un ataúd. Sin embargo, ya he tomado la decisión y he pagado quinientos cincuenta y ocho euros, que después de analizar el estado del auto, me parece una completa estafa, pero a pesar de eso no voy a echarme para atrás, porque dudo mucho que ese señor que parece más muerto que vivo vaya a querer devolverme el dinero.

Suelto una bocanada sintiendo mi cuerpo más aliviado a casi al instante.

Observo la palanca a un lado mío y con la inseguridad que ahora siento me decido a experimentar con ella y en cuanto le pongo la mano encima, dudo de si en verdad debo moverla o no. El parabrisas está asquerosamente sucio y apenas si puedo ver lo que tengo frente a mí, bajo del automóvil para limpiar un poco con mis manos el vidrio, sé perfectamente que el auto puede hacer eso el mismo, pero vamos, apenas si puedo encenderlo y no tengo la menor idea de donde se encuentra el botón o lo que sea que active el limpiaparabrisas.

Vuelvo a subirme.

—Bien, Nathalia, ponte en marcha —me digo a mí misma, mientras me animo mentalmente.

Muevo la palanca hacia atrás, posicionándola en la letra R, la que según nuestro querido San Google sirve para dar marcha atrás, luego piso suavemente el acelerador, mientras las manos me tiemblan; el auto se empieza a mover hacia atrás y piso el freno, entonces se detiene. Mi corazón comienza a palpitar rápidamente dentro de mi pecho, es claro que eso no llevara a que el automóvil se mueva hacia delante, pero he descubierto para qué sirve esa pequeña letra.

Paso saliva para seguir intentándolo con otra letra, muevo la palanca hacia la primera que es la letra P y hago los mismos pasos del principio, pero el auto no hace nada. Lo vuelvo a intentar, colocando la palanca en la letra D, que según mi lógica significa conducir en inglés. El auto empieza a avanzar suavemente y una enorme sonrisa se planta en mi boca, intento mantener el equilibrio en el volante, el cual se mueve hacia todas partes, haciendo que se sienta pesado y difícil de dominar entre mis manos. Para mi suerte, Saint-Étienne, es una ciudad con pocos habitantes, por lo que el tráfico no es un gran conflicto.

Daron, un ángel y un mago © [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora