Introducción.

481 26 2
  • Dedicado a todas esas personas que me dieron el valor para escribir este libro.
                                    

Sentía el latido de mi corazón alarmado, desbocado de mi propio pecho, no veía nada nítido solo niebla y oscuridad.

Tenía miedo, demasiado, no sabía que pasaría y estaba muy asustada, esto me hizo correr muy rápido sin fijarme en lo que tenía delante, unos árboles de un color que nunca había visto azul oscuro casi negro, se encontraron en mi camino o más bien sin darme cuenta me encontré yo en el suyo, algunas de sus ramas se chocaban y me golpeaban por todo el cuerpo, pequeños pero intensos latigazos  dejando a su paso pequeñas heridas y arañazos, latigazos tan rápidos que al principio no dolían, pero minutos más tarde cada herida empezaba a escocer como si cada una tuviese vida propia. Sentía las pequeñas heridas abiertas y el viento chocando contra ellas, como se irritaban cada vez más y como las gotas de sangre salían de las diminutas pero dolorosas heridas e iban cayendo a la frondosa hierba una a una.

El silencio era tan inmenso en ese momento que solo escuchaba el gorgoteo de mi propia sangre y mis pasos, mis rápidos pasos, que huían de todo lo que venía tras de mí. No podía hacer mucho ruido, pero en ese momento todo me daba igual, necesitaba salir de allí, huir a cualquier lugar.

Había un porqué por el que estaba escapando, no era un qué, sino quién pero no podía permitirme recordarlo en ese momento. Parecía que mi alma se iba a salir de mi propio cuerpo, estaba agotada de correr y llevaba mucho tiempo sin beber agua, me notaba deshidratada.

Mire a ambos lados y por detrás de mí para ver si seguían siguiéndome, solo se apreciaban los extraños árboles y la maleza. Empecé a pensar en parar en algún sitio, en encontrar un río o algún lago para poder beber, eso me daría la fuerza suficiente para seguir corriendo, pero imaginaba que no era una buena opción, me encontrarían.

Después de lo que parecieron horas corriendo, estaba aturdida y decidí esconderme en un valle lleno de árboles tan pegados los unos con los otros en los que nadie podría pasar sin hacerse un mínimo de daño. Al final encontré un hueco y pase, pero no sin dislocarme un hombro antes. El dolor del hombro me hizo perder el equilibrio y caer de bruces. Abrí mis ojos después de la caída y de aguantar el dolor y me sorprendí al encontrarme delante de una laguna de un color plata, como la luna que nos miraba desde el cielo, ese cielo que en este momento parecía también asustado sin ninguna estrella, como si hubieran escapado. Miré a la luna y supe que ella me miraba a mí con pena, la propia luna sentía lástima por mí.

Me levante agarrandome el brazo herido y me acerque lentamente a la laguna. Me recordaba tanto a esas lagunas que había en casa que no dude un momento en meterme. Una vez dentro mi miedo desapareció el agua hizo su efecto y empecé a nadar como si mi vida dependiera de eso y tragaba agua sin parar, fueron los únicos minutos en toda la noche que me sentía bien, tan bien que olvidé lo que realmente hacía allí qué era huir y decidí salir para ver si mi estúpido error de olvidarme de lo que realmente pasaba mientras nadaba había acabado con un trágico final y me habían encontrado. Mientras salía pausadamente miraba rápidamente a todos los lados pero no me pareció ver nada y me tranquilice, hasta que empecé a escuchar un sonido y entonces me quedé totalmente petrificada y me temí lo peor. Escuchaba el rasgar de las hojas, pisadas sosegadas y finalmente algo entre las sombras y la maleza salió. Era él y no podía creerlo, no sabía si llorar o huir, pero me decidí a acercarme con cuidado.

-¿Has venido a ayudarme? -Dije con cautela.

-No puedo... - Decía él con voz temblorosa y lágrimas en los ojos. Solo podía ver sus profundos y oscuros ojos, su cara no estaba, era todo una sombra negra, como una neblina. Lo que me hizo estremecer aún más.

-¿Qué no puedes? – Empecé a temblar. Él se acercó, pero cada paso que él avanzaba yo me echaba hacia atrás.

-Lo siento. -Su voz sonaba lejos y con una extraña resonancia, a pesar de estar a varios metros de mí, como si no estuviera en el mismo lugar.

-¿Pero?... - Antes de que pudiera decir nada más, sus ojos cambiaron a un negro brillante y la neblina que lo envolvía se hizo más densa y me temí lo peor.

Empecé a moverme y volví a salir corriendo, huyendo de él, ahora le temía a él que siempre había estado ahí. Deseé que no me encontrase, pero notaba la conexión que manteníamos y sabía que estaba demasiado cerca, venía a por mi.

Estaba derrotada de tanto correr mis fuerzas empezaron a desvanecerse y me escondí detrás de un gran árbol, esperé mientras mis ojos se cerraban lentamente. Pasados unos minutos note como unos labios pequeños se acercaban lentamente y me besaban la frente. Me sentía totalmente cómoda en aquel lugar, sin fuerzas y con esos labios rozándome la piel.

-Perdóname. – Dijo y tocó mi cabeza. Empecé a sentir un dolor agudo en el fondo de mi sien, mis ojos estaban totalmente cegados por el dolor y la ansiedad. Note como unos grandes y robustos brazos me abrazaban, me sujetaban y me elevaban lentamente hacia arriba. Poco a poco me apoyé sobre su gran torso y un olor muy familiar, me llegó, esa colonia me recordaba algo muy bonito y pasado. En esos brazos familiares, me sentía bien, decidí dormir y descansar de una vez por fin.

La leyenda; Watterfall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora