8. Al diablo con el zen

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—Sólo fue un beso, no es para tanto —dijo indiferente, minimizando la gravedad del asunto.

— ¡No fue sólo un beso! ¡No se supone que debería haber sido así! ¡Debía ser con un chico que me ame, o que al menos le guste un poco; en un parque, después de refugiarnos de la lluvia; además debíamos acercarnos lentamente a los labios del otro, como si una fuerza magnética nos atrajera, y después de eso, él me pediría que sea su novia! —gritó de golpe volviendo a tomar aire.

Ian la miró consternado un momento, Sophie no parecía el tipo de chicas que tuviese tan románticas y cursis ideas en la cabeza.

—Eso es tonto, ese tipo de cosas no pasan en la vida real. Sólo son insulsas fantasías con las que los medios de comunicación llenan las mentes de las niñas pequeñas.

— ¡Claro que no!, esas cosas sí pueden pasar. No debía ser así exactamente, ¡pero tú arruinaste uno de los momento más importantes en la vida de toda chica!

—No es cierto; si te encantó —sonrió con sorna y agachó su rosto hacia el de ella.

Sophie respiró profundo para evitar sonrojarse, decidió no retroceder, aquello sería una señal corporal de que aquel muchacho lograba intimidarla.

—No me gustó para nada —sentenció intentando escucharse segura.

—Si no te hubiera gustado me habrías hecho a un lado en cuanto te besé, y luego me habrías dado una cachetada, es lo que cualquier chica habría hecho en tu lugar. —Hizo notar la satisfacción en cada una de su palabras.

Sophie resopló y pensó que más valía tarde que nunca. Intempestivamente balanceó su mano para golpearlo y de la misma intempestiva forma, Ian la detuvo agarrándola de la muñeca a solo escasos centímetros de su rostro. Sin tiempo a sorprenderse, Sophie intentó darle una segunda cachetada con la otra mano, de nuevo el muchacho la detuvo con éxito.

Cerró los puños intentando librarse, pero Ian la jaló hacia él, para juntar sus labios con los de ella. Después del corto beso la soltó y continuó el camino hacia el aula riéndose a sus expensas.

Sophie volvió a petrificarse un momento y luego lanzó un agudo y fuerte grito de exasperación. Su segundo beso había sido todavía peor que el primero. Ian realmente sabía cómo sacarla de sus casillas.

Cuando entró a la clase no tuvo tiempo para otra confrontación. La campana no tardó en sonar ni el maestro en ingresar.

Ninguno de los dos prestaba atención. Ian tamborileaba los dedos de forma distante y Sophie le clavaba la mirada. En verdad quería hacerle daño, mucho daño. Sacó una bolsa de ligas que guardaba en la mochila, percatándose que el maestro no la miraba, hizo una resortera con sus dedos y le dio un ligazo al muchacho desprevenido. Él se sobó el brazo con una mueca de dolor y le lanzó una mirada amenazante. Sophie volvió a repetir la operación.

—Basta —masculló él.

El golpe de otra liga fue su respuesta. Enfadado y percatándose de no ser descubierto, recogió lo que Sophie le había lanzado y le respondió de igual forma. Sophie le lanzó esta vez un borrador y él un papelito masticado. Mientras la chica se asqueaba a punto de contraatacar ambos se percataron que eran el centro de atención del curso y del maestro.

—Ambos, fuera de mi clase, vayan a jugar a otra parte —los echó, y los chicos salieron al pasillo.

***

—Eres tan torpe, hiciste que nos echaran —reclamó Sophie.

—Si tú fuiste la que empezó. —Se cruzó de brazos y apoyó la espalda en la pared.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now