7. Paranoia y vida Zen

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De pronto sintió la terrible necesidad de volcar su malestar contra alguien y ya sabía contra quien.

— ¡Ian, maldito niño perfecto te voy a matar! —gritó pateando un casillero hasta abollarlo.

Viendo el daño que había ocasionado a propiedad del colegio, se fue corriendo de ahí antes de que alguien se diese cuenta.

***

Desde lejos lo observó, él parecía tan tranquilo y despreocupado mientras ella maquiavélicamente repasaba las torturas que le hubiesen gustado emplearle. Le parecía increíble que Ian pudiese hacer amigos con tanta facilidad, mientras que para ella, ese había sido un cometido casi tan imposible como cantar en público.

Tiago e Ian se había hecho muy buenos amigos y pasaban los recreos y la hora del almuerzo juntos, a Sophie no le sorprendía si se lo encontraba invadiendo su casa alguna tarde. Para su fortuna esa tarde no era la indicada, Tiago se encontraba solo en su habitación programando algo en su computadora.

—Necesito tu ayuda —le de manera tierna mientras lo abrazaba.

— ¿Para qué? —preguntó con apatía sin abandonar su actividad.

—Tengo que sacar algo de la computadora de papá.

— ¿Qué cosa?

— Algo del colegio.

— ¿Estás loca? La computadora de papá es impenetrable, yo mismo me encargué de eso —dijo con orgullo.

—Ya lo sé, por eso tú eres el único que puede traspasarla.

—Sí, y aún así no lo haré.

— ¡Por qué! —cuestionó en un quejido.

—Porque me mataría, tendrías que pagarme demasiado para que me arriesgue a perder mi vida social de forma definitiva.

— ¿Entonces cuál es tu precio?

Él volteó tamborileando los dedos, estudiando las infinitas posibilidades que la oportunidad le ofrecía.

—El cumpleaños de mamá se acerca y supongo que tú ya le compraste algo...

—Sí, un hermoso brazalete —respondió presuntuosa.

—Quiero el brazalete —declaró volviendo a centrar la atención en la computadora.

— ¡No! ni loca, me costó mucho.

—Ya lo sé, por eso lo quiero, te doy la opción de que se lo entregues de parte de ambos y digas que yo pagué la mitad.

— ¡No es justo! Tú no pusiste ni un peso para el brazalete.

—Ese es mi precio, ¿lo tomas o lo dejas?

Con mala cara Sophie accedió, realmente necesitaba averiguar cosas sobre Ian y la computadora de su padre era el mayor banco de información disponible. Primero necesitaban distraerlo. Sophie hizo uso de su cupón de un favor gratis.

—Necesito que distraigas a papá el mayor tiempo posible, si está fuera de la casa mejor —le pidió extendiendo el papel a su hermano menor.

El pequeño no realizó preguntas, le parecía una labor sencilla.

***

—Ven Gatorade —llamó al perro y lo llevó del collar hacia la calle—. Quieres ver a tu novia ¿no? —se arrodilló hacia su cabeza y lo dirigió al patio de la casa vecina.

En cuanto el perro vio a la golden retriever en el jardín vecino, brincó la pequeña cerca y comenzó a perseguir a la hembra. Los tres hermanos miraban ocultos desde el frente, no tardó demasiado antes de que la furiosa vecina saliese directo a casa de los Cohen, para reclamar por sexta vez esa semana que aquel perro molestaba a su mascota.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now