6. Una cita casi perfecta

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—No es posible, no es posible, no es posible —repetía durante el descanso, sentada bajo las escaleras, golpeando su cabeza contra la pared.

Melancólicamente caminó a la oficina de su padre. Él se enteraría tarde o temprano, así que decidió darle la trágica noticia. No sabía cómo iba a tomarlo, podía enfadarse o decepcionarse. Prefería la primera opción, no soportaría que él la viese con desilusión. Con la mirada gacha estuvo a punto de girar la perilla, la secretaria la detuvo.

—Tu padre está ocupado ahora, espéralo —le avisó bajando el auricular del teléfono.

El corto trayecto a una silla se interrumpió cuando a ella le pareció escuchar una voz familiar dentro la oficina. Miró hacia la secretaria, ella estaba muy ocupada con sus uñas y el teléfono, así que pegó su oído a la puerta. Su impresión había sido correcta, era Ian quien hablaba con el director.

—Ian ya son muchos días. Hice una excepción aceptando tu inscripción por internet, pero él debe firmar los papeles personalmente —decía la voz del mayor.

—Sí señor, lo entiendo y no quiero causarle problemas, pero él sigue de viaje —respondió el muchacho.

—Tienes quince años, no puedes vivir sin supervisión tanto tiempo, sabes que es mi deber informar sobre estas irregularidades.

—Por favor, le aseguro que mi tutor regresará esta semana.

—Bien, una semana... dile que me llame, le dejé mensajes y no me responde. También pasaré por tu casa en cualquier momento —dijo el director caminado hacia la puerta.

—Se lo diré, gracias. —Oyó Sophie por último antes de que la puerta se abriera.

Haciéndose a la desentendida, se alejó. Miró retadoramente a Ian mientras pasaba por su lado. Él simplemente le sonrió.

— ¿Qué pasa Sophie? —preguntó su padre y ella entró a su despacho, volviendo a bajar la vista.

—Yo... —comenzó nerviosa, pensando cómo iba a decírselo—.Yo... ¡lo siento! ¡Te fallé! —gritó a punto de llorar.

Nicolás nunca la había visto tan preocupada. No era como cuando le confesaba alguna travesura, parecía realmente serio. Ya comenzaba a armarse su película con hipotéticos casos, desde que su amada hijita consumía drogas hasta que estaba embarazada.

—Yo... —volvió a balbucear, tragando saliva.

—Sí... —le dijo expectante, esperando escuchar las fatídicas palabras.

—Mi trabajo fue el segundo mejor en la clase de literatura —soltó por fin, sintiendo un alivio en su alma.

— ¿Eso era?—espetó con molestia—.Casi haces que me dé un paro cardiaco, pensé que algo malo había sucedido.

— ¿Algo malo? ¡Es una catástrofe! No fui la mejor, Ian sacó un sobresaliente, yo no, soy una inútil, no merezco ser tu hija —habló dramáticamente, cayendo de rodillas al piso.

Su padre la miró serio, luego suspiró y se llevó las manos a la sien.

—Sophie, tu eres la única que se presiona por ser la mejor en todo. Que hayas quedado segunda por primera vez en tu vida no es una catástrofe. Deja de ser tan trágica. El que Ian saque mejores notas no me sorprende, es muy inteligente, de hecho, su colegio de Inglaterra me sugirió que lo adelante dos cursos.

— ¡Y por qué no mandas al cerebrito a último año! —reaccionó Sophie, olvidando su trágica actuación.

—Porque él quiere estar con chicos de su edad, no lo culpo, es algo solitario. Mejor tómalo como un reto, Ian te impulsará a mejorar.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now