XIV: Cuando pensaba que estaba aprendiendo a vivir... (parte 1)

205 32 41
                                    


Shaal no era el tipo de orador que mantuviera en vilo a las masas. La abstracción del Vértice y el incómodo silencio de sus dos colegas de nivel provocaron, no obstante, que su tono monocorde fuese lo único audible en la estancia durante la tediosa exposición de hechos. La versión femenina de Eal, por el contrario, fue concisa y expresiva a la hora de revelar los motivos de su fuga. Se dirigía al Vértice pero también al resto de sus compañeros, cuya actitud era menos severa; la intriga por su nueva envoltura parecía restar fuerza a la gravedad de la traición. Cuando consiguió despertar la curiosidad de todos, relató algunas de sus experiencias entre los terráqueos: charlas con científicos, libros escondidos en almacenes secretos, obras de arte nuevas o sepultadas por el tiempo... Eligió con cuidado, a sabiendas de que no podría extenderse mucho. Y no se equivocaba, pues, en cuanto mencionó sus contactos con la tripulación de la otra pirámide, el Primer Biólogo se mostró tan encolerizado como aquella cantidad de público le permitía.

—Has osado violar la prohibición de intervenir —articuló.

—En absoluto. He observado, he tomado notas, he aprendido cosas. Aunque admito que fue difícil, me las arreglé para pasar inadvertida al subir a la nave tras el tripulante consciente que suele visitar tierra firme.

—Abordaste al tripulaste consciente. Subiste a su nave. —A Shaal le costó no gritar. El resto de los asombrados asistentes no se privaron de cuchichear.

—Tienen bastante que ofrecer. Por ejemplo, su observatorio y su...

—No queremos escuchar de qué manera te burlas de las órdenes —se apresuró a interrumpir su interrogador—. Tus crímenes sobrepasan a los de la totalidad de tus semejantes desde que cobramos conciencia. Nos has expuesto a ser descubiertos, a quedar varados en un planeta menor...

—¿Por qué todos los planetas en nuestra ruta son menores? ¿Por qué siempre elegimos civilizaciones menos desarrolladas? Hay que rendirse a la evidencia y aceptar que el triunfo tecnológico es una mera cuestión de tiempo. ¿Acaso en estos años no se han implementado algunos de nuestros sistemas basándose en las ideas de los terráqueos? Extraña victoria de aquellos a quienes consideras especímenes primitivos de vidas cortas. —Lanzó una ojeada a Leonardo—. Quizá esa fugacidad sea la que haya grabado en su material genético el impulso del descubrimiento, mientras que nosotros ya despertamos estancados.

—La perfección...

—Oh, deja de hablar de tu adorada perfección y mira a tu alrededor. Si tan irreprochable es nuestro palacio amatista, ¿por qué habríamos de buscar algo más en el exterior?

De mala gana, Shaal paseó la vista por los asientos. Muchos de sus congéneres, no solo la avanzadilla, habían adoptado cuerpos terráqueos para hacer visitas al planeta. Demasiados... Era inquietante comprobar que la gran mayoría no participaba de su repugnancia a mezclarse con inferiores.

—Efecto de tu traición y tu abandono —silabeó entre dientes. Se repuso rápido y reanudó el recuento de felonías—. Basta de rodeos. Tus crímenes, sí: asesinaste a uno de los nuestros.

Neudan hizo amago de levantarse. Eal lo interrumpió alzando la voz y declarando:

—Tu acólito trató de impedirme hacer lo que para él era una locura. Dado que estaba al tanto de algunos de mis planes, hube de... eliminar el riesgo de ser delatado mediante el único procedimiento efectivo. —Su antiguo amante contuvo la respiración—. Sin negar mi arrepentimiento, admito que mi culpa se vio aliviada por la certeza de saber que era una medida temporal.

—Temporal. Lo privaste de su historia. Exijo... el Vértice exige el restablecimiento de su registro de memoria.

—Me temo que lo destruí. —Se alzaron nuevos murmullos de aversión.

Con la vista al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora