Crónica insignificante - Capítulo 1 (PARTE 2) - Jueves

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Pero ahora mi padre es otro. Intuyo que sufrió una traumática, a la vez que reveladora, experiencia, que le hizo cambiar radicalmente su forma de entender y dirigir su existencia.

Hay veces que las personas pueden pasar toda su vida caminando por el sendero equivo­cado, admitamos que al menos sea así a los ojos de los demás, sin apartarse nunca de él, por comodidad, por convicción o incluso por estrechez manifiesta de miras. No sé en qué colectivo incluirí­a a mi padre, pero de no haber sido por lo que le ocurrió, él hubiera permanecido eternamente adscrito a este grupo, el de los insobornables caminantes unidirecciona­les.

Así fue hasta aquel verano de hace ya diez o doce años, cuando después del accidente, quedó impotente. O según nos dijo la doctora que le operó, mutilado. Nunca olvidaré esa palabra, sigue sonando en mi cabeza tal y como la pronunció aquella mujer bajita, con aquel aplomo y aquella larga melena rubia. Mutilado.

Sucedió en pleno mes de Agosto, en medio de una terrible ola de calor. Ni siquiera hoy sabemos con exactitud por qué ocurrió. Mi padre volvía a casa del trabajo. Por aquella época, según mis patrocinadas investigaciones, él se veía con una señora viuda que vivía a cinco minutos andando desde la comisaría. Solía salir del trabajo, caminaba hasta la casa de esta señora y una o dos horas después volvía a la comisaría, cogía el coche y se marchaba a casa. Una tarde a mitad de camino entre el trabajo y la casa de la viuda, un extraño se le acercó y, sin que mi padre pudiera hacer nada para evitarlo, le asestó dos puñaladas traperas, una le alcanzó justo en el pene y la otra en los testículos. Mi padre me contó que se había chocado con él y que en los primeros segundos no noto nada extraño, solo el golpe hombro contra hombro, lógico en un encontronazo. El desconocido, mientras se chocaba con él, le miró a los ojos y le dijo: «Toma lo que te mereces». Inmediatamente después se le doblaron las rodillas y cayó al suelo. Entonces llegó el dolor y la sangre. Se echó las manos a la entrepierna y notó cómo manaba, cálido, el fluido rojo. Recuerda que gritó pidiendo ayuda y nada más. Lo siguiente fue el hospital tras la operación y las noticias de aquella señora rubia bajita y con bata blanca. La doctora estuvo hablando a solas con el después de la reanimación, antes de llevarlo a la habitación, allí debió contarle lo que había sucedido y las inevitables consecuencias. A nosotros nos lo explicó en la habitación vacía, mientras esperábamos a que trajeran de vuelta a mi padre. Mi madre, mi hermana y yo permanecimos en silencio hasta entonces. Los tres le besamos y le preguntamos cómo se encontraba. Él no respondió, estuvo unos minutos con los ojos entreabiertos, no sé si pensando o soñando, luego se durmió.

Pasó tres días hospitalizado y dos meses de baja. Después le concedieron la jubilación anticipada con honores y listo. El tema de su vigor sexual no se llegó a tratar nunca en casa, él no habló de ello con nosotros y nosotros tampoco se lo planteamos. Sólo recuerdo haberlo comentado en alguna ocasión con mi hermana, cuando nos extrañaba tanto que mi padre permaneciera en casa, que no tuviera nada que hacer, que no quisiera salir.

Un par de veces le pregunté por lo ocurrido. Me decía que no sabía quién había podido hacerle aquello, pero también tenía claro que no le faltaban pretendientes. Sabía que por entonces tenía alguna deuda de juego, sabía que algún chulo podía tenerle ganas y también tenía claro que algún maleante encarcelado le podría tener en su lista de agradecimientos. La verdad es que no tener constancia de quién le había hecho aquello le producía tanta desazón y angustia como la consecuencia misma de las puñaladas. Supongo que con el tiempo habrá conseguido hacer un hueco en su cabeza en el que poder archivar todo aquello, para no tenerlo constantemente revoloteando frente a él. La verdad es que la doctora nos habló de posibles reconstrucciones o rehabilitaciones, pero creo que él lo desechó desde el principio. Supongo que para su masculinidad herida y anticuada no era plato de buen gusto pasearse de consulta en consulta o de quirófano en quirófano aireando sus heridas de guerra. Machista y retrogrado pero ajustado a la realidad, me temo.

Crónica insignificante - Emilio Casado MorenoWhere stories live. Discover now