Capítulo IX. p3

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—Bueno... ya que estamos aquí, yo también voy a comprar un collar, a ver si puedo leer mentes también —Rosa me guiña un ojo. Me río, tratando de idear un plan para ir a Cascada Dulce.

Mi familia suele ir pero hasta Semana Santa y aún faltan varios meses para eso. No había manera de que convenciera a mis padres de que fuéramos para estas vacaciones de invierno. Aunque por otro lado, la ciudad sólo estaba a siete horas de camino en autobús...

—Rosa, ¿hay manera de que me acompañes hasta allá la siguiente semana? Específicamente el sábado —le pregunto.

—Mmm... —Ella se pone a pensar mientras la empleada le cobra su nueva adquisición —. No. Mis padres me dijeron que cuidaría a mi primo, el de diez años. Pero sabes que el viernes salimos a vacaciones y puedes quedarte ese día a dormir, digo, por si quieres decir que estarás en mi casa el sábado.

—Lo último me sirve. Pero aun así no quiero ir sola —Sí, soy una paranoica.

—Dile a Rodrigo —me dice finalmente. Salimos de la joyería después de tomar la tarjeta donde apunte los datos del diseñador.

—¿No crees que pregunte a qué quiero ir? —le digo preocupada.

—Invéntale algo, no sé, que quieres pasar ese día con él y que conoces un buen lugar allá. Por ejemplo, un hotel cinco estrellas —Rosa me codea y sonríe de manera perversa.

—Eres una maldita —le digo riendo y con las mejillas teñidas de rojo.

—Oh, es cierto y me amas así —Llegamos al lado de Rodrigo. Él hablaba por teléfono con su madre.

—¿Te gusta? —le pregunto a Rosa, mostrándole el dije que Rodrigo me dio. Ella lo examina.

—Me parece súper tierno que tengas la inicial de mi nombre contigo —me dice halagada.

—Hey, no —Me río —Rodrigo me la dio. Después de pedirme que fuera su novia.

Rosa se sorprende y me abraza mientras me dice diez veces felicidades. Ella me pide que le narre cómo fue. Le digo cada detalle, amabas sentadas en la banqueta, junto al auto de Rodrigo. Le dije que le conté lo de Lucía y también lo bonito que él me habló.

—Vaya, no me cuentes más porque si no me voy a terminar enamorando de él y ambas sabemos que no queremos que eso pase —Bromea y yo la empujo. Se ríe para después ponerse de pie.

Rodrigo se pone a mi lado, listo para que nos vayamos los tres a comer.

—Bien, ¿adónde quieren ir a comer? —nos pregunta.

—Yo me tengo que ir —dice Rosa de repente.

—Pero pensé que te ibas a quedar. Quería ir con ambos a la Gran Plaza para comer en Pablo —le digo, tratando de convencerla de que se quede.

—No, ni siquiera tengo hambre. Mejor cómanse entre ustedes dos —dice guiñando su ojo y se va caminando a través de la concurrida calle.

Rodrigo suelta una carcajada y yo no entiendo de qué se ríe. Cuando ve que no le encontré sentido a lo que dijo Rosa, se puso serio y se acercó a mi oído.

—Básicamente, dijo que nos comiéramos a besos. Te hace falta algo de perversión —me dice. La piel de mi cuello se eriza y yo me alejo.

—Y tú eres todo un maestro.

—Claro. Si quieres podemos ir al cine y sentarnos en la última fila —Me toma de la mano y comenzamos a caminar.

—Pero allí sólo se sienta los que... oh, ya entiendo —Rodrigo se ríe y puedo asegurar que jamás lo vi divertirse así.

(...)

Mientras Rodrigo compraba los boletos, yo me ponía nerviosa. Quería decirle que me acompañara a Cascada Dulce, pero debía inventar una razón para que los dos fuéramos y que en algún momento llegáramos con el diseñador.

—Ya está todo listo, ¿quieres palomitas, dulces, refresco?

—Palomitas, tal vez —le respondo. Me dice que vaya buscando los asientos. Así que entro a las salas y busco la puerta que indica la película de terror que Rodrigo eligió.

La encuentro hasta el final y para mi sorpresa, Kimberli también está entrando acompañada de otro chico que nunca había visto en mi vida. Cuando ellos se sientan en las filas de en medio, trato de pasar desapercibida porque sé que si me ve, va a llamarle a mi mamá y contarle. Es una maldita chismosa.

Por suerte, mi cabello me tapa lo suficiente para que no me reconozca, al menos eso quiero creer.

Diez minutos después, cuando las luces ya están apagadas, Rodrigo llega con demasiada comida en sus brazos. Se sienta a mi lado y acomoda toda para que podamos estar cómodos.

—Entonces, Profesor Perversión, ¿cuál es la primer lección del día? —le pregunto a manera de juego.

Él ríe mientras acerca su rostro al mío.

—Eres una alumna muy entusiasta —dice tratando de besarme, yo lo evito.

—Pero antes de que pongas tus preciosos labios sobre los míos. Quiero pedirte que me acompañes a Cascada Dulce el siguiente sábado, ¿aceptas? —le digo, acariciando su mejilla.

—Sí, ¿a qué irás?

—Es... sorpresa —le digo disimulando.

—De acuerdo.

La película comienza con una escena de una chica corriendo por un oscuro callejón. Sus pies no dan para más y ella cae estruendosamente. Rompiéndose uno de sus tacones.

La mano de Rodrigo va de un lado a otro, acariciando mi pierna. Sus labios se posan sobre mi cuello, dando pequeños besos. Yo hago como que no pasa nada, pero cuando la mano de Rodrigo se cuela dentro de mi blusa para acariciar mi espalda, mi autocontrol se mueres junto con la chica de la película.

Estas van a ser las dos horas más largas de mi vida.


:)

Deseo... deseoWhere stories live. Discover now