4. La esperada fiesta

Comenzar desde el principio
                                    

En conocimiento de la avalancha de peluches, collares, chocolates y demás chucherías que recibiría, Sophie tenía preparada una gran bolsa, donde metió todo antes de dirigirse a su lugar.

—Felicidades —dijo Ian, sin siquiera voltear a verla.

—Ten —Sophie le extendió una invitación y él la miró desconcertado—. Como llegaste después de que invité al salón no te enteraste, el sábado haré una fiesta en la piscina de mi casa, todos los del curso están invitados.

El chico recibió el sobre y le hizo un gesto con la cabeza. Sophie se acomodó en su pupitre y puso la bolsa en el espacio que había entre ambos, para presumir la cantidad de objetos que había recibido esa mañana. Tomó el libro de texto y comenzó a leer, mientras del resto avanzaba la clase de literatura.

***

Cuando sonó el timbre los chicos salieron al recreo. La conmoción de la mañana parecía haber terminado, de nuevo trataban a Sophie con un fingido interés. A mitad del descanso Sophie ya estaba hastiada de que todos rodeasen a Ian y le conversasen amenamente, como si fuera una estrella de cine. En cierta forma su pesadilla se hacía realidad; ese día era su cumpleaños y sus amigos le prestaban más atención al asesino de animales. Pretendiendo que tenía algo mucho más importante que hacer, regresó al aula, para leer en soledad una de las novelas que su madre le había regalado.

Se aproximó con desgana y se sorprendió al ver a Esteban ahí. Se ocultó detrás de la pared y lo espió. Él tenía la bolsa de regalos en sus manos. Sophie enseguida comprendió. Esteban le dejaba un regalo de forma anónima, como una sorpresa, no alardeando que también se había acordado de ella.

Esperó a que él volviera a colocar la bolsa en su lugar y entró haciéndose a la desentendida.

—Hola, ¿qué haces aquí? —preguntó fingiendo incertidumbre.

—Ah, hola Sophie —respondió nervioso—. Nada, la verdad te buscaba, escuché esta mañana que era tu cumpleaños y bueno no lo sabía, felicidades —continuó con una sonrisa y le dio un inesperado abrazo.

Sophie tenía miedo que Esteban se percatase de las fuertes pulsaciones de su corazón, sin duda un abrazo por parte del chico de sus sueños era el mejor regalo que había recibido. Fue un abrazo largo, ella ya se sentía flotando en el cielo.

—Sophie. —La autoritaria voz de su padre hizo que Esteban la soltara —. En el recreo deben estar fuera de las aulas —avisó serio, mirando al muchacho fijamente.

—Lo siento señor, adiós Sophie, nos vemos mañana —se despidió partiendo hacia el patio.

Sophie quería morirse, su padre había arruinado el mejor momento de su vida. Observó irse a Esteban y luego volteó hacia su padre con bronca. El mantenía su fría expresión y los brazos cruzados.

— ¿Por qué hiciste eso? —le reclamó.

—Porque no puedes ir abrazándote con cualquiera en las aulas. ¿Qué hacían aquí solos?

—Nada, me felicitaba por mi cumpleaños. Además qué tiene. —Cambió su tono a uno desafiante—. Mi hermano se anda besando con las chicas del colegio debajo de las escaleras y tú no le dices nada.

—Claro que se lo digo, ya le dije que no lo hiciera... y es diferente.

—Es diferente porque es hombre y le dejas hacer lo que le da la gana.

—No es cierto, le llamo la atención a diario por eso—se defendió—. No quiero que los chicos vayan a pensar que pueden hacer cualquier cosa contigo, y menos los de último curso, ese chico es muy grande y seguro quiere aprovecharse de ti.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora