Tom

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Sentada en la mesa de la cocina, apoyada en una de las dos sillas, esperé pacientemente a que mi marido entrara por la puerta principal de la casa.

Mi hijo, Damien, estaba en su habitación, le dije que se quedara allí hasta que yo fuera a buscarlo.

En una mano agarraba mi varita con fuerza y ​​en la otra empuñaba un frasco vacío con los restos de lo que sólo podía ser, a juzgar por el olor, Amortentia.

Había descubierto el escondite, junto con otros frascos del mismo tipo, en el escritorio de mi marido.

Y una vez que lo encontré todo parecía tener sentido. El té, los cambios de humor, menores pérdidas de memoria... encerrada en un refugio artificial dentro de mi propia mente, y alimentada por el amor falso.

Y lo que era peor, no hace un mes que había descubierto que estaba embarazada una vez más.

Una niña esta vez.

Así que me había decidido, y esta tarde me había preparado para poner el plan en acción.

Había dos maletas pequeñas en el vestíbulo, una para mí y otra para Damien, y había hecho una reserva en un hotel de la ciudad.

Desde allí llamaría a un abogado.

Tom entró en la casa y la encontró misteriosamente callada.

Sin ruidos de un niño jugando.

Sin olor a la cena en la cocina.

Ni siquiera el sonido de los pasos de su esposa en el pasillo.

Completo silencio.

- ¿Querida?- llamó y se quitó el abrigo, entrando en el salón para encontrarlo vacío.- ¿Hola?

Miró a la cocina y la encontró sentada en la mesa expectante y de repente parecía que en la habitación había un frío extremo.

- Hola amor.- Él sonrió y entró mientras miraba a su alrededor.- ¿Qué tal tu día?

No respondí, cerré los ojos y tomé una respiración lenta y profunda.

- Siéntate, Riddle.

Tom me miró con curiosidad y obedeció.

- ¿Algo mal, cariño?

Abrí los ojos y lo fulminé a través de las pestañas.

- Tom, voy a preguntarte algo y necesito que me respondas con toda honestidad.

Se encogió de hombros. - Por supuesto, amor, cualquier cosa.

Volteando la palma de mi mano, hice rodar el frasco vacío sobre la mesa. El sonido del vidrio que rodaba sobre madera dura llenó la habitación silenciosa mientras Tom observaba el frasco antes de que golpeara su mano sobre la mesa y se detuviera.

- ¿Cuánto tiempo llevas drogado mi té?- pregunté con firmeza y Tom cogió el frasco estoicamente, sin sonreír.

Después de un momento de vacilación, se aclaró la garganta y asintió. - Puedo explicarlo...

- Respuesta equivocada.- me levanté de la silla.

- Ahora Madison, sólo escucha por un segundo...

- No.

- Madison.

- ¡No me toques!- gruñí mientras él acercaba su mano y me alejaba de él.- ¡No me toques nunca!

- Madison...- llamó y me detuve en la puerta, mirándolo de nuevo para encontrar sus ojos grandes y tristes.- Te amo.

Mi rostro se torció en una expresión de disgusto y odio. -  Eres un bastardo frío y sangriento. TÚ NO AMAS A NADIE.- siseé y entré en el pasillo.

- Sólo déjame explicarte.- suplicó.

- No necesito explicaciones, ya he comprendido todo tu plan. Desde cómo me obligabas a ayudarte en tus estúpidas ideas de los horrocruxes hasta tus insinuaciones para ayudarte a liderar a tus inútiles mortífagos.

- Sabes que tenemos los mismos ideales, tú sobretodo al pertenecer a una familia sangre pura, los Prince. Así que no estabas del todo en desacuerdo con mis planes.- sonrió de medio lado.

- Pero nunca sería capaz de matar a alguien! Y mucho menos estuve de acuerdo con que usaras una poción de amor conmigo.

- Entiende, tenía que hacerlo. Nadie en Hogwarts sospecharía de nuestra relación, somos similares aunque lo niegues.

- Con eso admites que nunca me amaste tampoco.- dije de manera obvia, haciendo que él negara rápidamente.

- No me malinterpretes, sabes que nunca seré capaz de amar, pero te tengo una especie de aprecio al igual que a mi hijo.

- Me voy con Damien a un hotel. Puedes esperar recibir noticias de un abogado mañana.

- No vas a ir a ninguna parte.- gruñó, siguiéndome por la casa.

- ¿Qué vas a hacer?- pregunté, desafiándolo.- ¿Me obligarás a quedarme aquí contigo?

- No me vas a dejar Madison, tú no, y tampoco el niño. Tú perteneces aquí.

- Al infierno por supuesto.- gruñí y recogí las maletas.

- Te vas a arrepentir de esto, Madison.

No respondí mientras subía las escaleras y buscaba a Damien, que me siguió de buena gana con ojos confundidos.

- Adiós, Tom.- susurré antes de cerrar de golpe la puerta y tirando de Damien, sus pequeñas piernas apenas podían seguirme con mis pasos largos, enojados.

- ¿Mami? ¿A dónde vamos?

Me detuve y tragué fuerte, sabía que Tom no renunciaría fácilmente. Necesitaba ayuda.

Y sólo había una persona que sabía que podría ayudarme.

Recogí a Damien y caminé hasta el callejón más cercano.

- Sostente, bebé.- lo apegué en mi cadera y cerré mis ojos antes de aparecer instantáneamente en Hogsmeade.

- Vamos, cariño. Vamos a ver a un amigo de mamá.- susurré y me dirigí al gran castillo a lo lejos. Sabía que tenía que esconderme allí, y más aún cuando poseía el guardapelo de Salazar Slytherin y la diadema de Rowena Ravenclaw, objetos que Tom había convertido en horrocruxes y me había regalado en su momento como muestra del "amor" que sentía por mí.

Sólo había una persona a la que Tom no se atrevería a enfrentarse y que podía ayudarme ahora.

Albus Dumbledore.


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Hola, tiempo sin verles :v
I missed all of you, definitely💕

Hoy es 30 de diciembre, ya se va el año y regresan las clases, ustedes están tristes? Yo sí, qué flojera.

Lots of love💚

Harry Potter ➳ One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora