Capítulo 4: O sole mio

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Will despertó la mañana siguiente sólo en su cama, se sintió ansioso por un momento pensando que Hannibal lo había dejado después del episodio de esa noche, se giró sobre la cama con intenciones de levantarse, su cuerpo estaba adolorido, lleno de un cansancio gratificante, no podía negarlo, suspiró ante el recuerdo y las puertas de la habitación se abrieron, era el doctor quien llevaba una charola con el desayuno y un ramillete de flores en un pequeño florero. Will no pudo contener una enorme sonrisa al verlo entrar.

—Boun giorno.

—Boun giorno— contestó sentándose en la cama, Hannibal se acercó y colocó la bandeja en el buró de madera vieja, lo besó en la frente con dulzura, luego en la punta de la nariz y terminó sobre sus labios, Will había cerrado los ojos disfrutando el dulce contacto.

—¿Quieres tomar un baño antes de desayunar?

Will asintió, Lecter lo tomó de la cama y lo cargó en brazos hasta el baño, el muchacho se sujetó de su cuello ante la sorpresiva acción del mayor. El doctor lo dejó un momento sobre el retrete con la sábana enredad en su cuerpo, abrió las llaves de la regadera y midió la temperatura del agua, cuando le pareció la adecuada le tendió la mano a Will para que entrara, el muchacho la tomó dejando caer la sábana al piso, caminó lento hasta la regadera y entró en el agua, era deliciosamente cálida, el mayor sonrió y se dispuso a salir, sin embargo, la mano de Will sujetó la suya.

—¿No vas a ducharte también?— preguntó y Hannibal lo percibió como una invitación.

—Por supuesto.

Lecter se quitó la ropa frente a la mirada ansiosa de Will, entró con él a la regadera y comenzó a besarlo, el agua caliente se escurría sobre ellos, para Will era como si estuviera soñando, tantas sensaciones y experiencias nuevas le abrumaban, pero como un adicto quería más, necesitaba más, de esos labios, de esas caricias, no había palabras para describir la dicha que embargaba su corazón, todo era tan correcto, como si desde un principio hubieran estado destinados a conocerse, incluso sus cuerpos encajaban a la perfección como dos piezas de un gran rompecabezas. Los besos y el contacto hicieron subir la necesidad en sus cuerpos expresada como una erección, Will podía sentir el miembro duro de Hannibal apretado contra su cadera, echó una mirada entre el cuerpo de ambos y se relamió los labios, se inclinó tomando la erección del mayor con sus manos para luego lamerla, desde la base hasta la punta, el hombre suspiró su nombre y él se sintió poderoso, abrió la boca y llevó la punta del miembro dentro de su boca. El agua le caía en el rostro, pero no le evitaba mirar de vez en cuando hacia arriba al hombre que se deleitaba a su vez al verlo arrodillado con una mano en su barbilla indicándole que introdujera más de su miembro en la boca y la otra mano en la base de su duro pene. Will hacía lo posible por tomarlo todo, pero su nula experiencia le hacía parar por momentos. Hannibal retiró su erección de la juguetona boca y lo levantó de nuevo para besarlo, había un gusto salado en la boca del menor proveniente de su presemen y lo degustó en la cálida boca. Mientras besaba a Will llevó sus manos a sus nalgas y las acarició apretándolas gustosamente y luego coló un dedo entre ellas acariciando la pequeña abertura que apenas hace unas horas lo había recibido, el joven gimió y se presionó hacia su dedo, le correspondió introduciéndolo por completo, digitando la carne caliente de su interior, entonces lo giró contra la pared, Will se inclinó un poco exponiéndose, entregándose a él y al placer descubierto de ser invadido y poseído, Hannibal besó de nuevo sus hombros su espalda y recorrió la unión de sus nalgas con su pene para luego colocarlo en su orificio y empujarse completamente dentro, el muchacho arañó la pared y jadeó, luego comenzaron las envestidas eran fuertes y agradables, el chapoteo del agua entre sus cuerpos se confundía con sus gritos de placer, eran sensaciones maravillosas de plenitud y deseo, la novedad descubierta era adictiva. Will se dejó llevar por su orgasmo soltando su semilla en la pared y el agua de la regadera se llevó hacia la coladera aquel líquido blancuzco, mientras el doctor terminó por bañar su espalda con chorros de semen. Hannibal lo abrazó y besó de nuevo, esta vez tomó una esponja y jabón para limpiar a ambos del sudor y el olor a sexo.

A Través de tus ojosWhere stories live. Discover now