El día estaba lluvioso, las gotas chocaban contra mi ventana.
Me encontraba recostado en mi cama, pensando en todo lo que había sucedido en los últimos días.
-Tobías.-llamó mi padre en la puerta.-La cena está lista.
-No tengo hambre.-respondí.
-Hace días que no comes. -me dijo preocupado.-Por favor, baja a cenar.
-No tengo hambre.-volví a responder más tenso.Mi padre me miró con compasión.
-Ya lo pensé. -comenzó a decir. -Y mañana mismo irán a un psicólogo.
Mis ojos se dirigieron rápidamente hacia él.
-¿Un psicólogo? -pregunté confundido.
-Si, tu hermana y tu han sufrido por la muerte de su madre, y eso les ha causado problemas.
-No necesito un psicólogo. -dije a la defensiva.Volví a taparme con las cobijas y me acosté dándole la espalda a mi padre.
-Tu hermana ya está de acuerdo en asistir a algunas sesiones.
-Pues que vaya ella, yo no estoy loco. -repuse.
-Tobías, no intento decir que estés loco, solo necesitas asimilar la situación y un psicólogo es el que te podrá ayudar.
-No, papá. -dije directo. -No iré con ningún psicólogo. Buenas nonches. -dije finalmente.
-Tobías... -dijo desanimado.No respondí.
Mi padre suspiró y cerró la puerta.
No quería ir a ninguna parte, mi mente no tenía ganas de pensar en nada, ni hablar con nadie.
Ya habían pasado seis días desde que había muerto mi madre, y cinco desde que Masky también se había ido. No volví a ver a Hoodie ni a Clockwork, o más bien, yo no salía de mi habitación
Fui al baño a media noche, mientras mi hermana y mi padre dormían. Me miré al espejo, mi aspecto cada vez empeoraba más, mis ojeras habían vuelto, mi cabello estaba largo y despeinado, mis ojos aun se encontraban hinchados, me veía fatal. Era como ver a un Ticci Toby, pero sin fuerza, sin ganas de asesinar, derrotado...