Capítulo 8.

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Omnisciente.

"¡Mira que lindo se ve!" la familia de los Way esperaba con ansias la Navidad —a excepción de Gerard, claro—, Donna se había encargado de adornar su casa con series de luces coloridas, manteles y, por supuesto, el árbol navideño; no era un árbol tan ordinario a decir verdad, era blanco, muy grande y las esferas habían sido decoradas por Gerard cuando él tenía unos 14 años, tenía personajes pintados de Star Wars así como Jabba de Hutt, Yoda, R2-D2, entre otros.

A Donna le había fascinado tanto el trabajo de su hijo mayor que decidió colocar aquellas esferas en sus árbol todos los años.

"No por qué festejamos esto. Da igual, mamá" Gerard rodó los ojos mientras observaba como su madre colocaba los últimos adornos sobre la mesa.
"No tienes que ser tan amargado, Gerard. La familia lo es todo, recuerda que vendrá tu abuela Helena, ¿acaso eso no te emociona?" Donna le sonrió a su hijo esperando que éste cambiara de opinión respecto a las festividades.

"Es lo único bueno, ella si me entiende" éste se levantó de mala gana para ir por una taza de café más.
"Por cierto, no dejaré que uses ropa negra en la cena como lo hiciste los años pasados. Usarás un lindo smoking color vino, te lo compré para el baile escolar y para nuestra celebración" Donna sonrió orgullosa al imaginarse lo bien que se vería su hijo con el traje ya puesto.

"Esto es ridículo, ya soy mayor de edad" Gerard maldijo a su madre por hacerle eso, él odiaba todo lo que tuviese relación con la palabra "formal", su estilo era usar prendas obscuras todo el tiempo pero claramente su madre no comprendía eso.
Comenzó a sentirse una gran tensión entre madre e hijo pero para suerte de Gerard el tiembre sonó en ese instante.

"Ojalá sea un demonio para que me lleve lejos de aquí" Gerard bufó y abrió con mala actitud la puerta principal. Era Ray.
"Hey, Gee. ¿Está Mikey?" el chico afro sonrió ampliamente. "Acaba de ducharse, ¿quieres subir a esperarlo?" Gerard tomó del brazo a Toro para que éste entrara a su casa con confianza.
"Oh, buen día, señora Way" Donna volteó hacia éste y le devolvió el saludo con su mano.
"Subamos, Ray" sugirió el pelinegro. "Veo que la Navidad ya llegó a tu casa, Gee" Ray soltó una carcajada y arqueó una ceja, el pelinegro volvió a bufar. "Ya no hables más, odio estas fechas" llegaron a la habitación de los hermanos y se sentaron en el suelo para conversar.

"¿Por qué odias tanto estos días?" Ray tomó un cráneo artificial que el mayor tenía sobre su cama.
"Por que todos son muy hipócritas, sólo en estas fechas las familias se reúnen y sólo así se acuerdan de sus parientes lejanos" sin duda una de las cosas que Gerard más odiaba era la hipocresía.

"No todos son así, amargado" Ray sacó su lengua haciendo muecas ridículas y le dió un golpetazo en la cabeza al pelinegro.
"De todas formas es absurdo" a Toro le parecía gracioso la forma de pensar que tenía su amigo, Gerard no estaba acostumbrado a la convivencia con tanta gente y lo que más detestaba era tener que compartir habitación con sus primos durante aquellas fechas navideñas. Mikey finalmente salió del baño con el cabello húmedo y ropa limpia puesta.

"¡Eres igual que una chica, tardas horas en arreglarte!" Ray se puso de pie para saludar al menor. Ray!, ¿qué haces aquí, bobo?" Mikey sonrió asombrado.
"Quería charlar, no hay nada interesante que hacer hoy, ¿sabes?" pero si que lo había, Gerard tenía que ir al trabajo pero no le pesaba en lo absoluto, después de todo usaba su salario para comprar discos y decoraciones para su habitación.

"Yo tengo que irme, prefiero eso a seguir viendo los adornos de nuestra madre un minuto más" el pelinegro se levantó y tomó su mochila.
"Nos vemos más tarde, chicos" y dicho esto salió de su casa no sin antes dedicarle otra mirada de odio al árbol navideño.

Esta vez Gerard había decidido irse a pie hacia su trabajo, en la tienda las ventas habían aumentado mucho, prácticamente todos los días iban adultos mayores buscando la historieta perfecta para regalársela a sus hijos en Navidad.
El pelinegro soñaba con ser un escritor famoso de cómics algún día pero claro que la idea de formar una banda no estaba descartada, lo curioso era que Ray y Frank tenían guitarra, él sabía cantar y Mikey estaba ahorrando dinero para un bajo, todo encajaba pero sólo necesitaba tiempo.

Llegó a la tienda y como era de esperarse ésta estaba totalmente llena de clientes, sonrió y entró, se encontró con sus compañeros de trabajo y estos parecían estar en apuros debido al desorden que había, Gerard logró calmarlos y se encargó de atender la caja registradora, era muy normal que en esas fechas la tienda se atascara de gente ¿y cómo no?, los cómics eran asombrosos. Pasaron las horas y la gente no paraba de llegar, tanto así que a Gerard nisiquiera le había dado tiempo para almorzar, los empleados ya estaban exhaustos pero por una parte el pelinegro no se hartaba, para nada.

Dieron las 7pm y llegó la hora de cerrar, las repisas de cómics estaban casi vacías y eso le alegraba a Way. Los chicos ordenaron todo el desastre, pusieron el letrero de "cerrado" sobre la puerta y prepararon sus cosas para finalmente regresar a casa.
"¡Que día!" exclamó el pelinegro. "No pude comer nada, chicos" dijo Charles —empleado de unos 27 años—, Gerard rió levemente y salió de la tienda; esperaba llegar a casa y comer un poco de cereal, por que sí, tenía hambre.

Llegó exhausto a su hogar y para colmo suyo su madre seguía adornando la sala, "maldita sea" pensó. Se dirigió a la cocina y se preparó un pan francés, subió a su habitación y cerró la puerta con seguro, encendió el televisor y comenzó a degustar su cena. Había sido un buen día después de todo. Suspiró y cayó rendido poco a poco.

L o w | Frerad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora