Capítulo 3.

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Semanas después todo trascurrió normal en la escuela, Frank le había prohibido a los demás decirme cosas o de lo contrario los golpearía, a decir verdad él era muy buena onda, a veces hablábamos de música y/o películas pero durante ese corto tiempo también me di cuenta de que él tenía muchos problemas tanto en casa como en la escuela, me contaba sobre la pésima relación que llevaba con su familia y fué ahí donde pude comprender el por qué siempre se comportaba así, tan cerrado y agresivo.
Conforme más hablaba con él más lo comprendía por que a pesar de tener a mis familiares había veces en las que me sentía completamente solo y aislado; Iero no era malo después de todo, solo necesitaba a alguien con quien hablar.

"Pronto será la fiesta navideña, ugh." estábamos sentados en el césped durante el receso, comiendo y charlando.

Era cierto, Navidad ya estaba cerca y cada año en nuestra escuela se acostumbraba montar una celebración en nuestro inmenso gimnasio, yo siempre optaba por no ir —me parecía una idiotez— pero ya que era mi último año tal vez podría hacer una excepción.

"¿Con quién irás?." pregunté tomando un puño de gomitas pata después meterlas a mi boca.

"¿Haz visto a las chicas de este lugar?, ni loco iría con una de ellas" Frank era muy especial en ese tipo de cosas, no le gustaba lo ordinario y q decir verdad todos en nuestra escuela lo eran.

"Es verdad. ¿Se podrá ir con amigos?." a mi no me interesaban mucho las chicas, había veces en las que daba por hecho que nada atraía mi atención pero, eso sí, era oficial mi bisexualidad, le había comentado un poco sobre eso a Mikey pero supongo que él lo tomó como una broma. En mi opinión no tenía nada de malo fijarse en alguien de tu mismo sexo, fui criado en una familia muy liberal y mi abuela Helena solía decirme que si esa persona te hacía feliz lo demás sobraba; mi abuela era una de las pocas personas que se había ganado toda no confianza, era como una amiga para mi y me apoyaba en cualquier decisión mía.

"¡Al carajo!, si quieres ir con un amigo o con tu jodido gato no pueden prohibírtelo, ya sería un colmo que hicieran eso".
Era muy extraño pero Frank comenzaba a parecerme la persona más interesante del mundo, podíamos pasar horas charlando por teléfono y hace poco me había dicho que él también tenía planeado formar una banda, tenía una guitarra eléctrica y yo le contaba sobre mis futuros proyectos.

"Deberías ir a mi casa algún día, para practicar". Le di un sorbo a mi Coca-Cola y guardé mis cuadernos en la mochila; ahora era usual que Frank y yo pasáramos un par de recesos juntos por semana, eso sí, él era pésimo en Física y Cálculo y dado que yo era mayor de vez en cuando le ayudaba con ellas por que desgraciadamente éste corría peligro de repetir año si no trabajaba lo suficiente.

"Iría si me invitaras, Way" Se levantó del césped colocándose su mochila llena de agujeros. Y de hecho nuestras casas estaban demasiado cerca, a unos quince minutos más o menos.

"Sabes que siempre serás bienvenido, tonto" dije riendo mientras me levantaba al igual que el menor. "Nos vemos luego, Gee" y dió unas palmadas en mi espalda, luego sonrió; comenzaba a sentirme confundido respecto a él pero no quería dar nada por hecho hasta estar seguro.

"¡Gerard!, ¡Gerard!" volteé hacia atrás y para sorpresa mía se trataba de Lindsey-Z, la porrista más popular de la escuela, ya me había hablado un par de veces antes, tocaba el bajo y era muy agradable con todos pero yo aun no comprendía por qué se había fijado en mi —si, yo le gustaba—.

"Uh, hola, Lindsey" metí mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón y me acerqué a ella. "Dime Lyn, suenas como mi madre" sonrió ampliamente dando a relucir sus labios bien formados pintados de rojo. "¿Qué sucede, Lyn?" sonreí levemente; ella era muy animada y creativa lo cual era algo que me gustaba en las personas.

"¿Con quién irás al baile?" se coloró ligeramente del rostro, obviamente ella esperaba una invitación mía. Era buena chica, una ocasión me regaló una artesanía hecha por ella misma y no era como las típicas porristas superficiales.

"Aún no lo , nunca me han gustado las reuniones así. Son muy aburridas" al oír eso Lyn bajó su cabeza un poco decepcionada, se encogió de hombros y me miró.

"Nos vemos luego, Gerard" se dió la vuelta mostrando sus caderas bien formadas, tenía siempre unas coletas largas y atuendo de colegiala rebelde, era algo así como la chica perfecta pero no estábamos destinados a ser algo más.

Terminó la escuela y esta vez no había recogido a Mikey ya que él se iría a casa de un amigo suyo para hacer un trabajo; llegué a mi hogar y me sorprendí al ver a mi madre sentada en la mesa, sola y con su rostro muy serio.
"No he hecho nada malo, ¿o ?" pasé saliva y caminé lentamente hacia ella. "Quiero que te sientes y escuches todo lo que yo te diga", me sentía como si estuviese en un interrogatorio policial.

Obedecí, dejé mis cosas en el suelo y me senté frente a ella. La relación que tenía con mi madre no era muy buena, ella siempre estaba o durmiendo o trabajando, casi no hablábamos y si lo hacíamos eran conversaciones muy breves.

"Estoy intrigado" me crucé de brazos y me confundí aun más al ver como mi madre sacaba una tira de condones de su bolso rojo. Ahora ya entendía todo. "Tienes ya 18 años y se qué eres buen chico pero no quiero ser abuela tan joven, Gee" ésta tomó mis manos y me miró fijamente.
Era la típica charla sexual que los padres tenían con sus hijos en algún momento de sus vidas, era muy extraño.

"¿Enserio crees que soy un adicto al sexo?" negué con la cabeza mientras reía.

"Es tu decisión, Gerard. Llevarás estos preservativos todos los días en tu mochila estés de acuerdo o no" y acabó, me dió los condones y salió de la casa dando pasos pesados con sus tacones.

Suspiré acomodando mi cabello —que por cierto ya estaba ligeramente largo— y subí a la habitación de mis padres para buscar una plumilla que había dejado ahí hace días, me topé con un libro sobre su cama llamado Ecstasy: Three Tales of Chemical Romance de Irvine Welsh, le resté importancia y cuando por fin encontré la plumilla me dediqué a practicar toda la tarde en mi habitación.

L o w | Frerad.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz