Taberna de vida

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Así que Agregor ayudó a levantarse a Seifer, tendiéndole su mano y puso su brazo al rededor de su cuello, descansando la mano en su hombro.

- No era para ti.

- Cállate loco. - Le contestó Seifer mientras caminaban por la entrada del bar. Se impedía ver parcialmente hacia dentro con unas cortinas cafés que apartaron cada uno con una mano.

Al entrar, sus ojos se abrieron asombrados por la simetría del lugar. El brillo que resaltaba de los adornos elementales en las mesas, la multitud de personas que bebían. Algunos sentados, otros de pie. Muchos con pieles de colores exóticos tales como la de Seifer y Agregor pero otros más con tonos de piel blanca o morena. Al centro de su mirada, detrás de una barra de madera quemada, estaba Kozo. El tipo más moreno del lugar, iluminado y resaltado por pararse justo al frente de aquél mural en el que tantos elementos se manifestaban ramificándose en círculos y líneas de colores. Agregor logró ver un circulo grande, unido a dos de los cuatro principales y tan cerca como lejos de uno y otro, se alumbraba más mientras más pasos daban. Así como éste, había muchos más que parecían tener un brillo ya designado, mientras algunos de los círculos más pequeños se mantenían apagados, algunos como el fuego, uno de los cuatro principales, tenían varios aros brillantes a su alrededor, cada uno a un tono.
Kozo limpiaba su jarra con un trapo y les sonreía al otro lado de la habitación. Le vieron pasar palabra a un hombre sentado al otro lado de la barra, a su derecha, y se dieron cuenta que la ausencia de mesas y personas figuraban un camino desde la puerta hasta la barra, donde había dos lugares vacíos.

Seifer y Agregor se soltaron el uno al otro, quedando perplejos. Tanta cultura dibujada en las paredes, adornos que se paraban de formas que nunca habían visto y desconocidos a los que su presencia no les inmutaba. El suelo era de una madera roja y firme que sonaba al pisarse y en el techo de cada mesa había una urna colgada en cadenas con una llama adentro que parecía ir apagándose. Parpadearon dos veces cuando vieron una mesa de elementales de fuego lanzar una pequeña llama que se dividió en decenas y avivó las flamas de que cada urna. Seguido de ello, una voz alta al frente llamó su atención.

- Te lo agradezco Querno - Su voz resaltaba entre el desorden propio de cada mesa y parecía llegar a cada rincón de la habitación.

- No pasa nada, Kozo, tú sigue lanzando qué beber. - Contestó el elemental más grande de aquella mesa, que vestía de verdes y cafés oscuros contrastando o combinando con su piel naranja flama.

Seifer caminaba al frente mientras Agregor lo seguía, ambos a pasos lentos, volteando de un lugar a otro, encontrando personas con atuendos pesados, viendo una moneda ser lanzada y quemada antes de caer, una burbuja que salía flotando de las narices de un tipo gordo que estornudaba después de beber. Y el tipo con el que Kozo hablaba, a su lado, una persona con la cabeza tirada en la barra. El tipo movió la cabeza y se puso de perfil mientras la persona a su lado levantaba la cabeza y dejaba caer su cabello en su espalda. Tan pronto como lo notó, se dio cuenta, eran Manu y Chikane.

Seifer volteó hacia atrás y encontró a Agregor mirando el techo, tomó su mano y lo jaló con él, empezando a caminar más rápido.
- ¡Manu! ¡Chikane! - Gritó Seifer, llamando su atención, haciéndolos voltear. Chikane entrecerraba los ojos pareciendo cansada y en el rostro de Manu se veía una sonrisa ligera empezar a formarse.

- Parece que son tus chicos. - Le dijo Kozo a Manu.

- Vaya que lo son. ¿No ves lo delgado de su ropa? - dijo todavía sonriendo, levantando su mano izquierda para saludar mientras con la derecha bebía su jarra de Kozo.

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